Hace algunos años, a punto estuve de pisar la planta de psiquiatría o eso llegué a pensar. Sufrí una descompensación brutal de mi cordura. A ver, que no era loca, pero ya te digo yo que tampoco andaba muy cuerda. Fueron unas semanas en que mi vida se puso boca abajo, auténtica película de terror y sufrimiento la que vivi, consecuencia, cómo no, de las malas elecciones. A veces, no somos conscientes o no queremos ver que alguien que camina a nuestro lado pueda ser un auténtico patrón de la psicopatía más tremenda y el narcisismo más sublime. Hasta que un día, te subes a la báscula y ves que en poco tiempo tu peso ha caído en picado porque un nudo en la garganta no te permite tragar. Paradojas de la vida, ahora soy yo quien cuida en la planta de un hospital a pacientes que atraviesan una situación similar. Porque cada locura es de cada uno, y la vivimos como podemos, como nos dejan o como nos pautan bajo un diagnóstico. Que ya le digo yo a usted que hay más volados del ala yendo a trabajar en bus cada mañana, que muchos de los que ocupan una cama hospitalaria.

Mi intención esta semana era hablar de Jhonny Cash, plan perfecto para conmemorar el 17 aniversario de su muerte. Tenía anotado cada uno de los discos del Rey del Country, y la intención de homenajear como merece al que mejor manejaba una guitarra, su voz, un puñal, una pistola y una armónica. Pues eso, que quería hablar del Hombre de Negro. Pero no, hoy lo merece más la Mujer de Blanco. Esa enfermera que tiende la mano sin miedo, sin prejuicios ni pudor, porque su labor en una planta de psiquiatría va más allá de lo que la ciencia y la sanidad puedan enseñarte. Ellas son de ley, y lejos de achantarse y temblar ante una agresión, una conducta inapropiada o la crisis más inverosímil digna de un exorcismo... tienden su mano para acariciar, miran para comprender, escuchan pausadamente y valoran tanto como estiman al que saben que jamás será un individuo 'integrado', una persona 'normal' que nunca será aceptada en esta, nuestra sociedad.

Las Mujeres de Blanco que yo conozco, y con las que tengo el inmenso placer de compartir la profesión más bonita del mundo se llaman Ana, Coque, Violante, Pedro... Y serían las dignas musas de cualquier canción de Jhonny Cash, serían sus coristas si decidieran montar un concierto en un centro para recluidos y apestados sociales, como ya hiciera el chulazo en aquella prisión de Folson (California), aunque ellas jamás ocupen una portada o no vayan vestidas de negro.