Había un concejal del PP en el Ayuntamiento de Murcia que siempre sostuvo que cuanta más gente utilizara el transporte público, léase en este caso el autobús, más caro saldría a las Administraciones este servicio que, aunque es considerado básico en las ciudades, no se le presta la atención que merece ni en Murcia municipio ni en la Región. Siguiendo con su razonamiento, el edil sostenía que la política de subvencionar los billetes debía plantearse en un contexto supramunicipal y crearse consorcios que pudieran exonerar, en parte, a la Administración local de tan pesada carga económica (desde 2005, que se dice pronto, lleva esta idea encima de la mesa).

Estos argumentos del edil, formulados hace lustros, siguen vigentes hoy en día en una ciudad en la que el transporte público lleva décadas estancado y en la que este servicio ha caído en una desidia absoluta con recortes de horarios, vehículos obsoletos en muchas de las líneas, trabajadores cabreados, usuarios cautivos e insatisfechos y una Administración, tanto local como regional, sin ideas para sacar adelante un servicio fundamental en un municipio que aspira a ser Capital Verde Europea en 2022, un trampantojo de candidatura creada a base de promesas que tiene uno de sus pilares precisamente en la movilidad urbana.

El problema ya es endémico y de difícil solución ante las escasas iniciativas que parten de las distintas concejalías del Ayuntamiento de Murcia, que solo se mueven a golpe de protesta y de denuncia. No hay plan alguno, más allá de un nuevo estudio encargado para la reordenación del transporte público encaminado a elaborar el Plan de Movilidad Murcia 2030, otro proyecto que llevará su tiempo realizar y que posiblemente acabe en papel mojado como los anteriores.

Eso sí, antes de que el estudio esté preparado, el Gobierno local ya anunció que contemplaría el tranvibús, una de las promesas electorales del alcalde de Murcia, José Ballesta, que en estos momentos ha topado con otro plan, el que ha hecho público la Consejería de Fomento de la mano de José Ramón Díez de Revenga, y que incluye como elemento vertebrador en el municipio de Murcia el tranvía, un medio de transporte que funciona muy bien en las zonas en las que está implantado y que debería haberse extendido a la zona sur de la capital y a las pedanías.

Es chocante que para lo importante que es hoy día el transporte colectivo uno de los consejeros más mediáticos del Gobierno regional no presentara en rueda de prensa, y a bombo y platillo, ese Plan Director de Transportes de la Región, que se publicó en el BORM en plena canícula y que tiene un plazo de exposición pública de 45 días para recoger las alegaciones ciudadanas (el plazo termina a finales de septiembre).

No uno, sino dos planes para arreglar la movilidad urbana que no solo debe basarse en dibujar líneas de autobús, tren o tranvía, que es lo que parece que recoge el estudio de la Comunidad Autónoma; también hay que establecer estrategias para que los ciudadanos dejen de ver el coche privado como un elemento que da estatus y eliminen los prejuicios hacia el transporte público, que es visto como algo lento, caro y malo (aunque no falta razón para ello).

Además, las Administraciones tienen la obligación de desarrollar iniciativas a través del urbanismo para crear infraestructuras que den prioridad de paso al transporte público (en Murcia se han eliminado muchos kilómetros de carril-bus) con la inclusión de otros sistemas de movilidad cada vez más presentes en los cascos urbanos, como las bicis, patines y patinetes. Es un dolor contemplar en la capital de la Región cómo se van creando nuevos espacios comerciales y residenciales diseñados con una miopía supina y con los mismos hándicaps que tienen los espacios ya consolidados y trazados hace años. Es decir, dominados por la automoción, sin dejar paso a medios alternativos de transporte, calles con estrechas aceras y sin posibilidad de exhibir el galardón de Capital Verde con orgullo (en caso de que se lo concedan a Murcia).

Dense una vuelta por las zonas de expansión de la ciudad y lo comprobarán. Y una advertencia: prepárense para deprimirse. Por nadie pase