Le enseño a un joven amigo un poema de amor. Tras un rato enfrascado en su lectura, me mira sorprendido y dice:

—Me gusta. Es visceral€ Pero te equivocas bastante€

—¿En qué? —le pregunto.

— En todo eso que dices de la cercanía y las coincidencias entre nosotros€

—¿'Nosotros'€?

—Sí, nosotros, tú y yo€ No te hagas el tonto ahora. Está claro que hablas de mí en el poema, y ya te digo que te equivocas. Me parece que involuntaria o interesadamente has malinterpretado muchas cosas de mi comportamiento o mi actitud para contigo€

Intento explicarle que lo de la falacia referencial (tomar el texto literario como un documento que da cuenta de la realidad) y la falacia biográfica no son un mero invento de los profesores de Teoría de la Literatura para suspender a sus alumnos, que hay mucho de verdad en esos conceptos; que la literatura es casi siempre ficción y también juego, alegoría a veces, parodia otras, pero ficción y juego al cabo. Y que por mucho que recoja y plasme elementos de la realidad, esa realidad de la que proceden deja de tener sentido una vez que se integran en la 'nueva realidad' de la obra literaria, con la sola función de producir determinado efecto en el lector€

—O sea —insiste—, que tú me quieres convencer de que quien habla en el poema no eres tú, y que el otro del que dice estar enamorado no tiene nada que ver conmigo€ Que me quieres tomar por tonto, vamos, en una palabra€

—Piensa lo que quieras —le digo—, pero tú deberías saber mejor que nadie que en literatura las cosas casi nunca son lo que parecen, que el escritor puede recurrir a la sugestión y 'ponerse en el papel de' enamorado, incluso autoconvencerse de que está de verdad enamorado de alguien (aunque diste mucho de ser 'su tipo') si le conviene para obtener unos determinados resultados, literariamente hablando€

En ese punto le recuerdo el poema Autopsicografía de Pessoa, que tanto me chocaba cuando yo mismo tenía su edad de ahora (lo transcribo —no es largo— en la versión de Ángel Crespo en que lo leí entonces):

El poeta es un fingidor./ Finge tan completamente/ que hasta finge que es dolor/ el dolor que en verdad siente.// Y, en el dolor que han leído,/ a leer sus lectores vienen,/ no los dos que él ha tenido,/ sino solo el que no tienen.// Y así en la vía se mete,/ distrayendo a la razón,/ y gira, el tren de juguete/ que se llama el corazón.

Pero ya no parece querer seguir escuchando argumentos en contra de su opinión, y cambia ladinamente de tema, como suele hacer a menudo€