He estado casi todo el verano en modo Xaloc. Quiero decir que he estado más tiempo sentada en la terraza del Xaloc Lounge, mirando el mar, que haciendo cualquier otra cosa

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Al poco tiempo de empezar a ir, el modo Xaloc empezó a surtir efecto: tú te sientas y te esperas a que Carla o Juanma te tomen nota con la maquinita, y te quedas esperando a que llegue lo tuyo. Unas veces, mirando el Cabo de las Huertas y la playa de San Juan, otras viendo el Puig Campana, con Benidorm a sus pies. Parece una postal.

Tengo la costumbre, en verano, de bañarme cuando sale el sol. Es el mayor tonificante que conozco. No puedo decirte qué es caminar descalza por la arena todavía fría, y meterte en el agua transparente, que en ese momento está de color gris. Justo el mismo tono que tiene el cielo antes de empezar a aclararse, a medida que sale la gran bola naranja en el horizonte. Y luego te vas a tomarte un café en el Xaloc. Eso es medicina.

Abren bien temprano. En realidad, no llega a estar cerrado. No da servicio al público durante la noche, pero está abierto, porque hay quien pasa toda la noche limpiando y ordenando, poniéndolo todo a punto. El que se queje de horario laboral, que pregunte a quien entra a las doce de la noche, y sale ya por la mañana. Encima de buen humor, dejándonos atar allí a la perra, y cuidando que no se escape, mientras nos bañamos nosotros.

Por cierto, que el Xaloc está en El Campello, en Alicante. Por más que, por su nombre, creas que está más para arriba, en Cataluña. Allí, por ahora, no hay necesidad de ir. Y el nombre es por el viento, el Jaloque. O el siroco, como quieras. Ese viento tan mediterráneo, que se lleva las nubes, y devuelve brisa de mar.

Los chicos que atienden el Xaloc deben de estar en modo Xaloc todo el tiempo, porque yo no he visto a Adán, a Lucio, o a Álvaro poner mala cara ni enfadarse en ningún momento. La buena disposición es esencial en un sitio así. No hay nada más disuasorio que el personal antipático. Ni nada más magnético que quien te atiende amable, ya sea para un café o para un toldo que quite el sol.

Otra de las ventajas del Xaloc es que te resuelve el capítulo de avituallamiento. No es de los de sota, caballo y rey. Allí puedes tomar desde una paella hasta el fresco. Y si no sabes qué pedirte, puedes preguntarle a Juan Camilo qué pedir hoy. El sorbete de limón o el helado de turrón son una opción de comodín muy buena, aunque sin preguntarle a tu báscula, claro. También puedes pedirle a Maxi una de chipirones, los hace riquísimos, aunque él haya tenido que venir de Brasil para saber que eran lo mismo que los chopitos. Pobre hombre, se volvió loco hasta que se lo dijimos.

Lucio nos conocía ya de otro sitio. Y eso que yo prefiero ser invisible. Bueno, conocía a Antonio, a decir verdad y no me extraña, ya sabes lo singular que es, y las cosas que tiene.

Nosotros, en nuestra línea, casi nunca reservamos con tiempo suficiente, somos más del momento, y aun así, nos hacen siempre un sitio. Incluso cuando hay un enjambre de clientes, Patricia te hace un hueco en su librito de las reservas, y aunque sea dentro, tienes una mesa. Todo eso es el modo Xaloc.

Así que, ahora que he vuelto a la vida normal, y veo no sólo el desastre que tenemos encima, sino la que se nos avecina, que tiene pinta de ser muy gorda, he pensado que lo mejor es ponerme en modo Xaloc Lounge. Voy a pensar en mirar a lo alto del Puig Campana rodeado de nubes, y en el final escarpado del Cabo de las Huertas. A ver si el Xaloc se lleva todo lo malo mar adentro, y nos devuelve brisa marina en forma de salud en las caras, y alegría en las carteras. Debemos ponernos en modo Xaloc, y a ver si el año que viene, con algo de suerte, todo esto se habrá pasado.

Y para mí, un cortado.