El Gobierno y las Comunidades autónomas llegan a un acuerdo total según la ministra. Total porque luego las Comunidades hacen lo que quieren, como por ejemplo Asturias, que empezará el 22 de septiembre para hacer pruebas a todos los profesores. Prevención que en Extremadura se ha estimado inútil, vaya usted a saber por qué.

Dejo los fantasiosos grupos burbuja y me centro en la pretensión de mantenerlo todo abierto todo el año, objetivo posible, pues abiertos pueden estar los centros, pero también vacíos. Y es que una, inquieta ante un futuro impredecible, percibe obviedades constantes pero pocas soluciones prácticas concretas.

Habrá un responsable Covid, como hay un responsable de Biblioteca o de relaciones con el CPR, que es obvio que los profes servimos para todo. Y obvias desinfección y responsabilidad de los padres y obvios buenos deseos a troche moche.

Pero el plan es etéreo y parece estar elaborado con la certidumbre de pocos contagios, algo nada obvio en cambio. Los niños, transmisores en el pasado, ya no lo son. Así que la enseñanza será presencial. Pues lo será si se empeñan, pero ¿qué ocurrirá, si los contagios se multiplican? ¿Qué pasará con los profesores? Se supone que se les hará las pruebas PCR. Hasta que no se sepan los resultados deberán permanecer aislados.

Un curso de secundaria tiene al menos ocho o diez profesores, que imparten clase en otros cursos. Si se ponen malos tres muchachos de tres cursos distintos, imaginen ustedes la cantidad de profesores que tendrán que quedarse en casa. ¿Podrán los planes de contingencia de los centros evitar el caos, si no se garantizan sustitutos, que no se han garantizado? Ojalá no ocurra, pero desgraciadamente el Covid nos ha enseñado que es siempre peor de lo esperado.

Estimo que las administraciones, en lugar de repetir lo noventa veces recomendado, deberían haber comunicado a la Comunidad escolar soluciones reales ante las incidencias reales que se pueden producir. Por ejemplo, las posibles bajas de profesores en cuarentena. Ni una palabra.

Porque solo los buenos deseos no bastan.