Cuando un exministro del interior de Rajoy, un papa emérito, un presidente de católica universidad, y un obispo, hablan todos del maligno como de un capo de la mafia, no se explica uno como no está en busca y captura, perseguido por la Interpol en todo el mundo conocido. Claro, a lo mejor tiene su madriguera en Saturno, y hasta que no se invente la policía interestelar montada en Star Treck no se le puede echar mano... Pero el caso es que el cornicéfalo éste, es aquí, en la Tierra, donde tiene predilección por actuar y cometer las más horribles acciones y llevar a cabo los más terribles delitos. Según el exministro rajoyano Fernández Díaz, informado de muy buena tinta por el expapa Ratzinguer (fuentes más que fidedignas, como se podrá comprobar) el demonio está detrás de todos los males que sacuden a España actualmente. Y eso, por su decidida alineación histórica (yo la llamo alienación) con la Santa (yo la llamo católica) Iglesia. Satanás quiere vengarse por todo ello.

El levantino y levantisco obispo, que clama (espero que en el desierto) contra la obra diabólica que la ciencia atea y sin escrúpulos anda realizando en su investigación con células-madre, aún con la inamovible excusa de salvar vidas humanas. El dilecto y divino director de la católica university, que declama, vox populi, que el demonio anda suelto y es el causante directo y único del azote coronavírico del que se sirve Yahvé, ya ve, para castigarnos por nuestros inmensos pecados. ¡Arrepentíos, raza maldita, y volved vuestra faz a Dios! Que, por cierto, es aquél que nos, en nuestra asistencia divina, os decimos que es, y que a través de nos, recibiréis las instrucciones precisas para la salvación de vuestras almas, ya que es por nos y por nuestra intervención, a través de nuestros santos dogmas y por nuestra sola y única mediación, por quienes debéis dejaros guiar, amén.

Así que Satán cabalga de nuevo, hoy más 'espabilao' que nunca, haciendo de las suyas, que son de las nuestras al fin y al cabo, vuelto a la vida activa, como el Drácula de Bram Stocker, por el verbo amenazante y apocalíptico de toda esta interesada caterva de tiquismiquis inquisidores y tridentinos. Lo cierto es que si el diablo no existiera habría que inventarlo, pues es una herramienta tremendamente útil a la hora de justificar desmanes y, sobre todo, para amedrentar al personal. ¿Pero existe, tontolhaba, o no existe? La verdad es que la Iglesia, desde Juan XXIII acá, según qué papa, ha intentado desmontar o reducir el invento (como el del infierno, ya más infiernillo que infierno) queriendo acercarlo más al terreno de las actitudes humanas que a las del propio personaje en sí mismo. Pero siempre ha habido papados y elementos curiales oscuros a los que no interesa en modo alguno que se descuajaringue la idea primigenia del diablo, que tan buenos resultados y frutos ha rendido al católico negocio de la Iglesia.

Pues la realidad es que la figura de ese demonio es un excelente catalizador de todo lo malo (de lo que la sancta, claro, dictamina como malo) y de todo el odio que genera. Es el personaje perfecto para odiar, la figura digna de ser odiada a la vez que temida. Y además, justifica la idea de pecado (otra manipulación más) como nada ni nadie lo justifica, ya que es él quien lo motiva y el que (como el coronavirus) lo transmite. Se puede decir que, si no fuera por el puñetero demonio, los hombres, y mujeres, por supuesto, seríamos pan bendito. Ya tenemos, pues, a alguien suprahumano y semidivino al que largarles todas nuestras culpas. Todo perfecto. Pero el pecatus tuus pasa por mi ego te absolvo, eso que no se te olvide, majo. Que el manubrio de todo lo hemos de seguir manejándo nos por los siglos de los siglos, otra vez amén. Al menos, mientras sigáis bailando al son de nuestra música. Y ahora, mirad, el covid-19 no lo habéis desatado vosotros envenenando nuestro medio ambiente, atacando la naturaleza y haciendo polvo mares y atmósfera. No. Ha sido cosa de Satanás.

Pero el mal es la contraposición del bien, como Satán es la contraposición de Dios. Exactamente igual que el frío al calor. Precisamos polarizar todo lo negativo en el Demonio para poder experimentar todo lo positivo en la figura que nos han creado de Dios. Así Dios encarna todo lo bueno, como Lucifer todo lo malo. Sin embargo, todo es Dios. Nosotros nos movemos en un sistema binario, en una dimensión de percepción dual, donde lo uno no puede existir sin su contrario, ya que ambos dos forman parte de la misma naturaleza, e incluso de la misma Unidad. Los dos son uno solo, y ninguno puede obrar por separado del otro, ya que ambos son lo mismo.

Pero, en fin, la tolerancia no suele ir de la mano de la religión. Al menos no de esta. Debe ser cosa del demonio.