Siempre me cuesta volver, sacar el billete rumbo a Madrid me produce un pellizco de abandono y culpabilidad difícil de explicar, pero cuando me bajo en Atocha y voy caminando hasta casa, se me pasa.

Madrid tiene ese tenerlo todo y no tener nada que tanto me gusta, por eso hace un año decidí darme otra oportunidad y volver, aunque no calculé una pandemia.

Hoy se cumple un año cuando, con una furgo con todas mis cosas, que son pocas después de soltar, llegué a Madrid y tras descargar a las cuatro de la mañana me sentaba en el sofá y brindaba con un quinto de Estrella. Si me dicen esa madrugada todo lo que estaba por venir, un quinto me habría parecido poco para digerir que nos cambiaría la vida, que me quedaría sin curro, que sufriría la distancia familiar en tiempos de pandemia y que me pasaría casi tres meses sentada en un tejado mirando golondrinas, cuando antes los pájaros en general me parecían ratas con alas.

Miro atrás y los días de encierro son como una resaca borrosa de la que recuerdo poco, mucho silencio, pasar el día entre la cama y el tejado, tener miedo o, más que miedo, incertidumbre, pero lo que tenía claro por encima de todo es que no renunciaría a lo que tanto me había costado, que era llegar hasta aquí, Madrid, desde donde les escribo la penúltima.

Ha refrescado, es uno de esos días de final de verano en los que te pones manga larga, o te tapas en la cama, llega septiembre y toca volver a empezar, pero antes de meterme en la vorágine, agosto me ha regalado momentos geniales con amigos, aventuras con la Guardia Civil, Policía Local de tráfico, alguna habitación de hotel, escapadas a rincones en los que hace años fui feliz, disfrutar de mis superhéroes, alguna que otra borrachera, seguir entendiendo la locura, aprender a seguir y todo con altísimas dosis de sentido del humor, porque si no, les garantizo que esto no hay quien se lo gestione.

Creo que nunca olvidaré este agosto del 2020; bueno, este año no lo olvidaremos ninguno, yo creo. En cuanto a lo de salir más fuertes y esas mierdas ya tenía claro que no, pero al menos me quedo, sin que suene a mierda de Paolo Coelho, con que he aprendido a relativizar y por encima de todo a seguir riéndome de mí misma. Eso sí, como de verdad pille al guionista de este año no va a tener campo para correr.