Desde mi época de estudiante universitaria tengo la inquietud de recorrer un día al menos una parte de alguno de los distintos itinerarios del Camino de Santiago que confluyen en la plaza del Obradoiro, pero una nueva lesión en el tobillo contraindicaba mi propósito este año.

Mi amigo Carlos me habló del 'Camino de San Juan de la Cruz',que me pareció más viable. Se trata de un trayecto de 151 kilómetros que discurre por las comunidades de Andalucía, Castilla-La Mancha y Murcia, componiendo una comarca histórica en torno al río Segura que abarca los municipios de Beas de Segura, Hornos de Segura, Santiago-Pontones, Nerpio, Moratalla y Caravaca de la Cruz.

En la Villa de Beas fundó Santa Teresa de Jesús el primer convento de Carmelitas Descalzas de Andalucía, y a ese mismo lugar llegó en 1578 Fray Juan de la Cruz como Prior del Monasterio de Nuestra Señora del Monte Calvario, para fundar en 1586 el convento de frailes descalzos en Caravaca. Este camino nos acerca al legado literario y espiritual del poeta místico, y es al mismo tiempo una ruta turística del legado patrimonial, paisajístico y etnográfico de las villas por las que pasó en su peregrinar. La pandemia que sufrimos hizo aconsejable suspenderlo, de modo que mi conato quedó abortado a la espera de mejores circunstancias.

Hace unos años participé en otro 'camino', La Senda del Poeta, que parte de Orihuela (lugar de nacimiento de Miguel Hernández), y se desarrolla a lo largo de tres jornadas que llegan a su meta en el cementerio de Alicante en que reposan sus restos.

La metáfora del camino es de tan larga tradición que resulta obvia cualquier aclaración en este sentido. A la mente de la mayoría acuden los conocidos versos de Antonio Machado, musicados por Serrat: «Caminante no hay camino, se hace camino al andar».

Reflexiono acerca de la etimología y sus vericuetos, un paseo fascinante por la historia de las palabras desde su origen, muchas veces incierto. Al parecer la palabra 'camino' proviene del latín a través del celta 'cam', que significa 'paso'.

De la palabra griega 'odos' tenemos derivados como 'método' (camino a seguir), 'ánodo' (camino ascendente) y su opuesto 'cátodo' (camino descendente), pero también otros como 'episodio' (parte de una secuencia) o 'éxodo' (salida o expulsión de un grupo de gente). Otro término helénico con significado similar es 'póros', pasaje ('poro' es el camino que busca en la piel el vello para salir al exterior, o el sudor para excretarse) y su contrario 'aporía', que expresa algo inviable ('via' es también un término latino para hacer referencia al camino), contradicción que hace a un razonamiento irresoluble.

En un sentido igualmente traslaticio nos encontramos con la palabra 'trivial', sinónimo de insignificante o intrascendente, que deriva de la encrucijada en que confluyen tres caminos ('trivia').

Igualmente procedentes del latín tenemos 'trayecto' o 'tránsito', derivado del verbo 'eo' de cuya forma de supino surgen 'ámbito', 'circuito', 'coito' o 'éxito', indicando todas ellas distintos modos de ir (más allá, alredor, al interior o fuera).

Reservo para otra ocasión palabras tan interesantes como 'atajo', 'senda' y 'sendero', 'calzada', 'carretera', 'carril' o 'vereda', pero no quiero obviar 'itinerario' (mapa de carreteras), del latín 'iter, itineris', que significa también 'camino'. De su plural, 'itinera', toma su nombre el proyecto que compartimos SEEC Murcia y AMUPROLAG en nuestra defensa continua de la necesidad de que se garantice la presencia de los Estudios Clásicos y las lenguas que les dan cauce (griego clásico y latín) en el sistema educativo.

Porque si todos los caminos llevan a Roma, el nuestro procede de Grecia.