Me encantan las palabras, y como filóloga el descubrimiento del indoeuropeo para mí fue un hito, pues me dio la posibilidad de comparar étimos en distintos idiomas, y apreciar su origen común. Me gustan especialmente aquellas que tienen connotaciones positivas y en las que se integra el concepto de agradecimiento y de buenos deseos hacia los demás, de conciencia de que somos copartícipes de algo común: Ho' oponopono, namasté, ubuntu€

Hoy quiero expresar de forma pública mi agradecimiento y, aunque me costará, trataré de ceñirme al espacio: a lo que quiera que sea que hace posible la vida, y que sin duda ha de ser divino, a mis padres, que me la dieron, a mis maestros (tanto profesores como alumnos cuyos nombres guardo en lo más profundo de mi corazón, desde la señorita Mercedes y mis amigas de infancia, Ana Ruiz y Yolanda Moreno), a Chelo Álvarez y Rosa Iglesias, eminentes ovidianistas que me orientaron en la realización de la tesis doctoral y jugaron un papel decisivo para que alcanzara la titularidad como profesora de Filología Clásica en la UMU. A los dos Jerónimos que en años clave y en momentos duros fueron un apoyo constante, y a uno de los cuales debo, además, el mejor regalo: mi hija Irene. A Santiago Delgado, que me ha animado siempre a escribir y a sacar a la luz mis escritos (mis dos primeros poemarios llevan prólogo suyo), a mis editores y a mis lectores.

A mis queridos benefactores Pepa y Ernesto, que sin conocerme me asistieron en la enfermedad y aliviaron mi soledad y mi morriña con su afecto. Pepa me dijo entonces que cuando tuviera ocasión lo hiciera yo por otros. Estaba sin saberlo remitiendo a Séneca y a su De Beneficiis, y también al famoso lienzo de Botticelli La Primavera, en que aparecen las Tres Gracias en su archiconocida disposición, que como atinadamente ha puesto por escrito Paquita Moya (a quien también tengo tantísimo que agradecer) recoge la descripción senecana del intercambio de dones y favores.

Agradecida siempre e infinitamente a mi madrina, aunque ella siempre me diga que a las personas con las que tenemos confianza y a las que queremos no hay que darles las gracias, pues las gracias se le dan a quienes no hacen las cosas de forma espontánea, gratis et amore. Yo creo, por el contrario, que expresar el agradecimiento, al igual que pedir perdón (no estoy de acuerdo tampoco con Erich Segal en que amar signifique no tener que decir nunca «lo siento») nos acerca a los demás y es un gesto de humildad en el que reconocemos nuestra falibilidad y nuestro propósito de enmienda, promesa de superación.

Agradecida a las personas que abren su corazón y su casa, anfitriones de lujo, como mi abuela María (mi ángel de la guarda), mis amigos Antonella Fabriani Rojas, Inés Montoya Martínez, Dolores Rubio, Marién Pérez Zarauz, Arístides Mínguez Baños€

A mis chicas clásicas, con Ángela Sánchez-Lafuente como decana a la cabeza. A mis compañeros de aficiones literarias y artísticas, tan numerosos que no debo nombrarlos porque siempre omitiría a alguno. Como hoy es el Día Internacional del Actor, agradezco muy especialmente a mis compañeros de Canna Brevis, grupo amateur fundado en 2013 por el escritor Santiago Delgado y la helenista y dramaturga Diana de Paco, y a los de 'Maria et Amici, con Juan Soriano en la dirección, todos los momentos que me han regalado y la posibilidad que me han dado de construir juntos. Porque de eso se trata, de construir.

Meraki.