Un campari y un plato de carbonara, pero de la de verdad, sin nata, es todo lo que hace falta para ser feliz cualquier día raro, de estos que nos han tocado vivir. Está siendo un verano difícil, pero les prometo que está lleno de momentos especiales y el pasado sábado fue otro de esos días para guardar en estos tiempos de contención sin abrazos.

Mujeres como castillos sentadas en torno a una mesa de las que me siento muy orgullosa y a las que admiro fueron el regalo del que pude disfrutar con el mejor de los amigos como anfitrión.

Nada podía salir mal. ¿Saben lo que es la línea de los seis grados y las conexiones entre las personas? Pues el sábado algo así me pasó y me hizo especial ilusión.

Mi abuelo era alguien conocido en Lorca, ginecólogo, con una personalidad arrolladora, gran amante de la música y los toros. (Aquellos que no sean simpatizantes de los toros, lo entiendo y lo respeto, eran otros tiempos, perdónenme, pero la anécdota merece ser contada).

Una tarde, durante la feria de Septiembre en Lorca, llamaron a mi abuelo a la plaza porque alguien venía al mundo; imagino la estampa de mi abuelo en el burladero. Le dijeron: «Miguel tienes una urgencia, y ahora», lo que es la vida, estaba comiendo con 'la urgencia' al lado.

Lorca significa familia, raíces y un sentimiento difícil de explicar porque lo de ser azul, si no lo mamas no lo entiendes.

Hablamos de procesiones, caballos, política, machismo, e infinidad de cosas que algunas de la mesa han sufrido por ese punto rancio que tiene 'el pueblo'. Creo que por eso las admiro aún más, porque me queda muy lejos todo por lo que ellas han tenido que pasar sólo por ser mujeres, manda huevos.

Las fuerzas del mal finalmente se encontraban en una de esas casas en las que al poner un pie en ellas dices: «A esto podría acostumbrarme rápido», una de esas casas con acceso algo complicado, pero con señales en el camino que dicen «Por aquí», y se llega a ojos cerrados.

Acabar a pie de piscina bailando a Karina y el remix de Ponte la mascarilla fue un giro de guion con el que no contaba, pero después del año que llevamos nada va a sorprenderme, ni siquiera la posible invasión alienígena del próximo 27 de agosto, aunque miraré la agenda a ver qué tengo por si no me va bien.

No rechacen nunca un plan en el que esté Enrique Olcina y les diga que les va a cocinar: lo que pasará a continuación siempre les sorprenderá con un chis.