Hace unos días, en mis vacaciones, un amigo vino a Murcia a visitarme y le leí las columnas que ya había publicado. Cuando las leyó me dijo (entre otras cosas): «¿Te das cuenta de que siempre hablas de amor? ¿No estarás buscando novio?». Y consiguió sacarme una sonrisa. Yo me di cuenta al instante de que llevaba razón. Él es una de las personas más inteligentes que conozco y no había nada de mentira en sus palabras.

Y sí, siempre hay algo de amor en cada tema del que hablo porque el amor es lo que nos alimenta cada día, es lo que mueve el mundo (aunque entre el rey emérito y Enrique Ponce me lo estén poniendo difícil...).

El amor de verdad, el que carece de egoísmo y está bañado de admiración y respeto, el que te complementa pero nunca te resta. Yo no he tenido mucha suerte en estos lares, y aunque no pretendo morir por amor cual Julieta, sí quiero un Romeo. ¿Y sabéis por qué quiero la historia de amor de película? Porque no quiero oír más a gente a mi alrededor diciendo: «No es que sea el hombre de mis sueños, pero estoy a gusto con él». O: «Me trata muy bien y me da estabilidad».¿¡Perdón!? Tu familia y tus amigos también te tratan bien y no por eso estás con ellos. ¡Hasta tu perro te quiere un montón, seguro, pero eso no es suficiente!

Llamadme exagerada: hoy día, muchas mujeres siguen sufriendo violencia y discriminación en todo el mundo por el simple hecho de ser eso, mujeres. En Somalia, la mutilación genital femenina es una tradición. En Nigeria, los hombres tienen potestad para maltratar a su mujer. Las mujeres en Chad prácticamente no tienen derechos y la mayoría de las niñas se casan a la edad de 11-12 años... Y paro de escribir porque me falta espacio en la columna y me sobra impotencia, rabia y tristeza para seguir escribiendo.

Y después de todo esto, viviendo en un país donde disfrutamos de todos los derechos humanos, donde las mujeres somos independientes, ¿vas a conformarte con lo primero que se te pase por delante? Seguiré toda mi vida hablando de amor, aunque muchos me digan que no existe. Con la suerte que tenemos en nuestro país, solo podemos querernos, pero querernos de verdad, y respetarnos, porque sí, amigos, hay que quererse. Pero quererse bien.