¿No les pasa que cuando les para la Guardia Civil se les descompone el cuerpo y se sienten como si llevan un alijo de cocaína en el maletero? Pues a mí me pasa; es incomprensible y absurdo, lo sé, pero no lo puedo evitar.

El pasado martes me escapaba a respirar a algún lugar de la costa, y como soy anti GPS y tecnologías del demonio, me guío por la intuición y me perdí. En mitad de mi vorágine por rotondas, autovías y carretaras nacionales sin saber encontrar cómo llegar a mi destino, me metí en un pueblo con tal mala fortuna que un coche de la Guardia Civil a mi izquierda salía por una calle y me cazaron con el móvil en la mano mientras yo grababa un audio pidiendo ayuda ante mi torpeza. Quiéranme así, no voy a cambiar a estas alturas.

El coche de la Guardia Civil iba dos metros por detrás de mí, y les garantizo que tenía claro que en la siguiente rotonda se iban a poner a mi lado y a darme alto. Y así fue. Coche muy antiguo, matrícula MU, mi pinta de guiri despistada, lejos de casa..., era carne de cañón y ellos lo sabían. Me adelantaron por la derecha indicándome que parara el coche detrás de ellos, unos metros delante, ¡me cago en mi pena!

Nada más bajarse ambos del coche, comprobé que entre los dos tendrían mi edad, cosa que me revienta un poco. Bajé la ventanilla y me pidieron la documentación del coche; al momento, mi pierna derecha empezó a temblar y ellos fueron conscientes de este pequeño detalle. Uno me decía: «Señora, tranquilícese que estamos para ayudar, no nos comemos a nadie». Bandera de España en la mascarilla y mano en el cinturón, mientras uno comprobaba mis datos, el otro me preguntaba de dónde era y si alguna vez me habían multado y por qué estaba tan nerviosa. Veía cómo me iba a caer un multazo por el móvil, ya que tenía claro que todo lo demás estaba en regla.

Diez minutos más tarde, ya con mi ritmo cardíaco a menos revoluciones, estaba esperando la multa que me iban a recetar para amargarme el día cuando se acercaron ambos a mi ventanilla, dándome mi documentación, casi perdonándome la vida. No me multaron y me facilitaron la incorporación a la carretera de nuevo.

Moraleja del día: no podría ser narco, me pillarían a la primera.

De lo que pienso de los agentes de la ley que podrían ser mis hijos, si eso ya otro día.