Cuando empecé a escribir esta columna, me dije a mí misma: «Mí Misma, hay temas que no debes tocar». Ya sabes, no te sale a cuenta exponer demasiado tu ideal político (del que a veces pienso que carezco); no hables de toros (aunque ya me pronuncié); cuidado con el trato que le das al feminismo, no se te vaya a ofender alguien; mira bien las descripciones o críticas hacia un individuo, no señales.

Lo normal cuando no vas a ganar nada quedando mal con la mitad de gente que pueda leerte. Pero hay algo con lo que absolutamente todos estamos de acuerdo: ¿Qué va a pasar con nuestros hijos el próximo curso escolar?¿Qué medidas se están tomando en los colegios?¿Cuál será el ratio de alumnos? Etc. Esta pandemia nos ha robado mucho (eres queridos, vaya por delante), pero también negocios, trabajo, proyectos, vacaciones… esperanza. Y la irresponsabilidad por parte de muchos (abstenerse sanitarios), ha quedado reflejada.

Pero si ha habido un colectivo, unos jabatos que han sabido portarse como auténticos héroes, han sido los niños. Se han quedado en casa sin rechistar, saliendo luego apenas una hora a pasear cuando se les ha permitido. Han dejado a un lado sus extra escolares, entrenamientos, fiestas de cumpleaños… Algo que ni siquiera los adultos hemos respetado. Por eso ahora les debemos un curso escolar completo. Se lo debemos porque ellos no pueden crecer con la carga de que a día de hoy aún no se hayan tomado las medidas pertinentes, no deben quedarse aislados de sus amigos y compañeros otra vez. Les debemos unanimidad en cuestiones educativas y vitales. Tanto padres como profesores debemos estar a una.

Pero ¿qué nos ofrecen, quién tiene respuesta para saber qué hacer dentro de dos semanas? Dios santo, otro trimestre más en casa, no, aunque habrá que acatar lo que corresponda. Ardua tarea la de todos, profes, padres que trabajen fuera de casa... pero sobre todo nosotras, las sanitarias. Que como el personal no se espabile, me veo otra vez llevándole tuppers a casa de su padre y dándoselos por la ventana. Que igual ustedes desconocen que el personal de enfermería que trabaja en hospitales o residencias tenemos, además, el hándicap de no poder tener contacto con nuestros familiares. Y es por eso que cuando veo a tanto descerebrado negando la mayor, me entran ganas de levantarlo de la pechera y contarle a gritos qué significa no poder abrazar a tu hijo cuando llegas a casa.

Si nos están engañando o no, se verá más pronto que tarde. Mientras tanto, no cuesta nada seguir unas normas que jamás han perjudicado a nadie y suponen mantener una buena conducta de convivencia amén de llevar puesta una mascarilla, aunque para algunos parezca una tortura medieval. Como diría mi abuelo El Balitre, que iba por la vida haciendo el bien y a pecho descubierto: «Qué poca hambre habéis pasado, ingratos».