No voy a entrar a valorar el cese de Cayetana Álvarez de Toledo. Me limito a señalar que mal ella por no entender que un portavoz no es ni el estratega de un partido ni mucho menos su presidente y, por tanto, no tiene autoridad para establecer el posicionamiento que le parezca oportuno cuando le parezca oportuno, por muy loables que sean sus intenciones. Peor aún, claro, los que la nombraron sabiendo que en ningún caso su valor iba a ser plegarse a los designios de nadie más que no fuera ella misma, que para eso es unos cuarenta millones de veces más inteligente que cualquiera que respire a su alrededor.

Si la salida de Cayetana es un error o un acierto el tiempo lo dirá. Se pierde una de las mentes más brillantes de la historia del parlamentarismo español, y con ella la polarización que generaba. Admirando su intelecto, el movimiento, en meros términos de estrategia, me parece el adecuado.

Pero muerto el Rey, viva el Rey. Y en este caso, la Reina. Cuca Gamarra es la nueva portavoz de un Partido Popular en la cuerda floja tras años de cambios sin remontada. Sustituye a una persona más mediática que el propio presidente, y sus únicas apariciones públicas nacionales se asocian a la batalla feminista, que en general es el tema de la pereza para todo aquel que se digne a reflexionar políticamente sobre algún asunto serio.

Pero Cuca no es una pusilánime. Ni mucho menos una mujer de partido en el término peyorativo que se le asocia a la expresión: es una alcaldesa moderna de capital de provincia conservadora, que rompe todos los moldes de lo que uno imagina físicamente como político del PP, con personalidad, arrestos y convicciones suficientes como para saber que si ha llegado hasta ahí no ha sido precisamente gracias a plegarse al molde establecido.

Cuca Gamarra cuando era alcaldesa tenía un grupo de concejales de lo mejor que he visto en mis años de trayectoria profesional. Muchos de ellos, por cierto, con una fuerte vinculación política con los concejales de Gobierno del ayuntamiento de Murcia, porque los pequeños sabemos que juntos podemos imponernos al menos tanto como los grandes. Cuca Gamarra es una líder que se enfrentó a unas elecciones primarias en el PP de La Rioja que perdió con la deportividad suficiente como para saber que, a pesar de no haber sido culpa suya, y a pesar de que los de enfrente querían ajusticiarla en plaza pública, el partido era más importante que su orgullo. Y siguió, y se mojó en las primarias nacionales, y las volvió a perder apostando por Soraya y aun así Casado la rescató. Porque su punto fuerte nunca fue el servilismo pero sí la lealtad, y precisamente por ello una extraordinaria alcaldesa pasó a convertirse en una magnífica vicesecretaria y ahora, si los que lloran la pérdida de Cayetana le dejan, será una buenísima portavoz.

Cuca Gamarra es una mujer inteligente, independiente, con principios, capacidad sobradamente demostrada de gestión y con una lealtad a su partido que ya quisieran muchos de los que se rasgan las vestiduras por ser los más pelotas del Reino.

Yo no la puedo votar, y probablemente a su partido tampoco lo haría. Pero España será un lugar mejor con ella en primera línea.

Y si no, al tiempo.