En el ecuador de agosto se celebran en el Mediterráneo multitud de fiestas que tienen que ver en su mayor parte con ritos paganos que marcaban el fin de la cosecha y el merecido descanso de las duras labores del campo, que el culto cristiano vinculó con celebraciones religiosas. Un mes que debe su nombre a Augusto, en el que nació y murió el iniciador del Imperio romano, (como julio se lo debe a Julio César) y en el que tenían lugar las fiestas (feriae), de donde proviene la palabra italiana ‘ferragosto’ (feriae Augusti, esto es, fiestas de Augusto), es el mes estrella para las celebraciones estivales, feria incluida.

El día 15 se celebra en España la Asunción de la Virgen, y en mi familia el santo de mi madrina, mi tía Maruja, ya sea con una multitudinaria comida casera ya sea con un refresco o un helado en la puerta de casa por la noche, siguiendo la antigua costumbre de los pueblos del sur de sacar las sillas a la acera con la fresca, después de rociar la calle con un balde de agua cuando aún era de tierra.

Este era el día de la versión pagana de la fiesta de San Roque: las carrozas desfilaban repartiendo entre los vecinos vino, cerveza, bocadillos o huevos cocidos, ritual que se ha mantenido y en el que siguen presente la inventiva y los disfraces. Recuerdo un año en que, ataviados como ángeles y subidos a un remolque tirado por un tractor disfrutamos de lo lindo junto a los Vives, y años más tarde con globos aerostáticos hechos con cajas de cartón por mi prima Tere y por mí a los que atamos globos inflados con helio con los que disfrazamos a nuestros hijos, entonces pequeños y dóciles.

Un grupo de amigos (Inés y Vito, con sus hijas, Benito y Jose de las Olivas, y mis hermanas, cuñados y sobrinos, junto a mi hija y a mí misma) instituimos hace unos años la costumbre de plantar un puesto y uniformarnos con unas camisetas con el lema «A rueda pará» sobre una rueda de carro, para ver desfilar las carrozas y asegurarnos el condumio en el que no podía faltar la cerveza ni la sangría junto a morcillas, patatas con ajo y huevos duros. ¡Qué buenos ratos hemos pasado a rueda pará!

La vuelta ciclista y la ruta de las tapas se incorporó también hace años a las celebraciones de este día, que congregan en el pueblo a hijos suyos dispersos por esos mundos con los que es grata la ocasional sorpresa del reencuentro.

Por la noche ‘se echaba el resto’ en lo que a la verbena respecta, y hemos disfrutado de cantantes tan cotizados como Ana y Johnny o Los Panchos.

Fina Pineda, amiga de mis primas Celia y Loli, fue elegida reina de las fiestas uno de esos veranos de finales de los setenta, junto a la sobrina de nuestra tía María ‘de las vacas’ y la mayor de los Vivancos. Seguramente para facilitar la elección y hacer menos comprometida la decisión, a la reina de las fiestas la acompañaban dos damas de honor, reinas de la juventud y de la belleza. Como las tres Gracias, el día de las carrozas desfilaban en lugar preeminente, junto a la reina infantil y su séquito, con vistosos vestidos a la manera de auténticas princesas.

Este año intentaremos, pese a sentidas ausencias, brindar por el recuerdo de aquellos tiempos y por que estos presentes cambien pronto a mejor.