Sin ánimo moralista, percibo que la palabra amistad se ha ido 'pervirtiendo' hasta el punto de que 'pedimos' (o nos piden) amistad en redes sociales a personas que no conocemos de nada o con las que no tenemos trato en la vida real, pese a que en algunos casos las vemos a diario sin saludarnos siquiera.

Por otra parte, últimamente ha surgido de forma recurrente en conversaciones mías con amigos la siguiente y polémica cuestión: ¿es posible la amistad entre un hombre y una mujer sin que medie un interés sexual? Para mi sorpresa, tanto hombres como mujeres en un número muy importante se decantan por el no: es decir, opinan que indefectiblemente la amistad 'pura' no existe. Dejando al margen que la atracción sexual no se circunscribe a personas de distinto sexo, con todas las variantes cis-/trans- que hoy existen en sus múltiples combinaciones, he de decir que discrepo absolutamente de esta opinión.

No niego la evidencia de que una amistad puede derivar en otro tipo de relación (pues igual que las palabras, también las relaciones son metamórficas, igual que lo es la propia persona) y que una relación amorosa puede eventualmente convertirse en relación de amistad, aunque reconozco que esto último es difícil por las implicaciones emocionales que conlleva.

Como no podía ser de otro modo, la literatura grecolatina trata largo y tendido acerca de la amistad. Ya en la Ilíada homérica nos encontramos con la amistad entre Aquiles y Patroclo, que presupone el componente erótico, pero también con la de camaradería de Ulises y Diomedes, o con el singular pasaje del encuentro entre Glauco y Diomedes, entrañable escena ejemplo de filoxenía y del deber sagrado de la hospitalidad que Homero aprovecha para introducir una bellísima reflexión sobre el inexorable paso del tiempo.

Si es posible hablar de amistad entre dioses y hombres, los continuos desvelos de Atenea, la diosa e la inteligencia, por Ulises y en general por los héroes fundadores de ciudades se asemejan mucho a una amistad desinteresada y constante, aunque para mí hay un solo requisito imprescindible para que se de la amistad verdadera, y ese es el trato de igual a igual, como conveníamos hace unas noches mi amigo Jerónimo y yo mientras dialogábamos de diversos temas a la orilla de un precioso mar alumbrado por la luna llena en Cabo Roig.

También tenemos tratados acerca de un tema tan importante, como el De amicitia de Cicerón, dedicado a Lelio, pero donde se percibe de un modo más cercano su forma de vivirla es en sus Cartas a Ático, correspondencia privada en la que le abre su alma y le hace partícipe de todo aquello que le conmueve o le preocupa.

El estoico Séneca, en sus Cartas a Lucilio también se ocupa de ella entre los muchos temas sobre los que le asesora e instruye.

Creo que la grandeza de ese tesoro inconmensurable que es la amistad radica en que no debe haber razones que la justifiquen. Volviendo a Cicerón, amigo es «aquel con quien hablarías como lo haces contigo mismo", sin miedo a ser juzgado, a quien, incluso si hay cosas que guardas solo para ti, cuentas cosas secretas que no saben otros porque sientes que le importan y que no te traicionaría.

Me siento afortunada de tener amigos así de uno y otro sexo. Con ellos la vida es más fácil y más hermosa. Incluso cuando no podemos abrazarnos físicamente, como en estos tiempos cuasiapocalípticos que nos está tocando vivir.