El 2020 y su giro de acontecimientos constante me lo está poniendo difícil este verano para no dejarme llevar por los temas recurrentes de la actualidad veraniega, pero por más que el guionista de este año se empeñe me voy a mantener firme en la promesa de no entrar al trapo. Si Enrique Ponce pasea su amor con Ana o se fisura una muñeca y no puede terminar la corrida, me da bastante igual.

Dicho esto, recuerdo poner las cartas boca arriba en mi presentación de estos 'días raros' y decirles que yo aquí había venido a hablar de ligar en tiempos del covid y ha llegado el momento.

Apunte importante: en esta columna hablo de mamoneos veraniegos en tiempos de pandemia, que ya suena apocalíptico, o de cómo no comerse un colín por aquello de la distancia social.

¿Cómo se están gestionando la vida amorosa? Qué hostilidad de tiempo nos ha tocado vivir a los que practicamos la soltería con anestesia ocasional.

Ya era complicado en la antigua normalidad tener un algo sin poner etiquetas como que por un momento en Madrid hemos estado a punto de enseñar la cartilla covid en la primera cita, lo hacemos y ya vemos.

Yo, qué quieren que les diga, soy de barra, me siento cómoda en la distancia corta desplegando encantos a golpe de melena y cercanía conforme el vino o la cerveza aumentan.

No nos engañemos, la follabilidad importa, pero tiene que existir una seducción mental para que yo pueda empezar a jugar la partida. Chicas, sé que estáis conmigo.

He de confesar que me inquieta el momento aplicaciones. ¿A ustedes? Cuéntenme, ya les anticipo que no soy fan, sería incapaz de entrar en rollos tipo: Solteros con Nivel, página que me sale cada dos por tres en Instagram por culpa del maldito algoritmo, o Tinder; no he abierto esa puerta en mi vida, Hulio, y creo que nunca lo haré, llamadme antigua, pero donde se ponga un intercambio de miradas con un desconocido en la otra punta de un bar que se quite un match, eso es así.

Creo que las aplicaciones esconden rechazo, superficialidad, fachada. Al final todo es cuestión de piel y de feeling, y Tinder me resulta artificial de más. Ojo, que aplaudo a las parejas que han salido de ahí, que no son pocas, pero no me llama nada la atención.