No sé ustedes, pero conforme pasan los años, de los veranos echo de menos cosas distintas. Antes sentía mucha nostalgia de las noches en Mojácar pueblo, con mi pandilla de amigas y ver amanecer en el Budú, un bar de copas mítico que ha desaparecido, o recordaba suspirando ese amor veraniego de los veinte años.

Ahora lo que me produce morriña de aquellos veranos son los mercadillos, las orquestas de las verbenas o los desayunos con churros en la cocina con mi madre.

Los veranos se acabaron para mí hace algunos años; ahora quedan pequeñas anestesias en forma de escapadas a lugares distintos, nunca al de siempre por miedo a recordar demasiado y que salga el profundo dolor que me provoca que Garrucha ya solo sean recuerdos, no es presente ni futuro, solo pasado.

El mercadillo era los viernes. Mamá inundaba la casa de flores del puesto de la cuesta antes de llegar a la plaza de abastos: margaritas de todos los colores, gerberas y lilium; también traía churros que provocaban en mí el efecto del flautista de Hamelin. Me despertaba y me sentaba en la cocina con resaca a disfrutar de semejante delicia. En cuanto acababa de desayunar con mi madre, corría a ponerme el bañador para acompañarla bajo 40 grados por el mercadillo. Era el acontecimiento social, te encontrabas con las amigas de tu madre que iban con sus hijas en busca de lo que fuera que estabábamos deseando estrenar esa misma noche, trajes hippies con rollazo que a mí me encantaban. Era interminable, un puesto con otro, edredones, casetes, menaje de cocina, ropa. Mi madre no fallaba un viernes y siempre había recompensa.

Además, cualquier cosa que compraras en cuanto lo enseñaras en los círculos de amistades y les gustara, al viernes siguiente lo tenía toda la playa. Garrucha es de esos lugares donde todos nos conocemos desde que nacimos y si no eres familia, casi; es ese lugar del que te enamoras perdidamente. Garrucha es uno de esos sitios en que te montan delante de casa la Orquesta Relámpago, los cacharritos y la carpa de los jóvenes con música bacalao, donde acabas cada año entregada y bebiéndote mil gin-tonics esperando que abra la panadería de La Micaela para apretarte media barra de pan recién hecho antes de dormir.

Garrucha es ese lugar con el claim turístico más directo y acertado del mundo: Sol y Gambas. Garrucha es mi amor de verano que siempre me traerá a mi memoria lo mucho que nos quisimos, así sin más.