El año pasado se cumplieron 30 de la caída del Muro de Berlín. Ese acontecimiento tantas veces reproducido es identificado como símbolo no solo de la reunificación de Alemania, también de la reconciliación de las dos Europas divididas por el Telón de Acero. En general la caída de un muro suele significar eso, la reconciliación y el encuentro entre diferentes, entre personas que alguien decidió separar. De este modo, igual que derribar un muro une a la gente, levantarlo, como hacen Trump o Netanyahu, es para enfrentar y dividir.

En nuestra Región, llena de llamativas paradojas, este silogismo no se cumple. Hace dos semanas el alcalde de la capital, Ballesta, inauguró las obras de la Cárcel Vieja con el derribo de sus muros. El vídeo circuló en redes como la espuma ante la estupefacción de organizaciones como Huermur, que ha decidido denunciarlo. El pleito ha prosperado y ahora el ministerio de Cultura estudia paralizar la obra.

Lo cierto es que el viejo penal ha sido núcleo de polémicas y no solo por las molestias acústicas de las excavadoras para los vecinos. En sus muros se hacinaron más de 4.000 personas después de la Guerra Civil y muchas de ellas fueron a parar a las tapias de Espinardo. Un escenario de dolor al cual las últimas víctimas de la represión asisten, no como un acto de reconciliación o de concordia (que se diría de la Transición), sino más bien de infamia y menosprecio. Aún así, el alcalde ha prometido acometer un espacio para la memoria de estos luchadores contra la dictadura en una segunda fase del proyecto, como si la obra de los presos políticos por la democracia fuera de segunda categoría.

Yo le sugeriría al señor Ballesta que haga algo digno por estas personas, que también son murcianos como él. Si no es por convicción al menos que lo haga por estética. Que ofrezca el espacio que se merece, no lo deje en una placa, y que le dé prioridad. Ni siquiera hace falta un museo más con el gasto que supone; solo una sala o un monumento en condiciones. Estoy seguro de que muchos murcianos se congratularán de verle en esa foto. Debiera pensarlo bien el alcalde, lo mismo hasta le beneficia, no sería el primer 'discrepante' de su partido. Si se hace el progresista como Gallardón en su época de alcalde y tiene un bonito gesto por estas personas, seguro que no mermará su popularidad. Al contrario, es solo cuestión de dramaturgia. Otra más.