Aquí hemos venido a jugar así que allá va una unzurrunzagada de las mías:

¿Alguna vez han subido a un escenario a recoger un premio creyendo que era para ustedes y luego resulta que no? Pues yo sí.

Año 2009, el mundo de la publicidad, anunciantes, agencias de medios y medios se reunían para celebrar el Foro de la Publicidad, en Madrid. Acudió toda la profesión, a los de la publi nos gustan mucho los saraos.

Nada más entrar nos daban la típica acreditación que te cuelgas al cuello con tu nombre y un número; quédense con este dato, que es importante. El día era largo, varias ponencias de anunciantes, medios, casos de éxito de campañas, y entre cada intervención un conocido presentador de Telemadrid amenizaba la mañana con el sorteo de varios regalos: una raqueta firmada por Nadal, una cámara Canon...

De todas las salas que tiene Kinépolis estábamos en la más grande con una aforo de 1.200 personas, si alguien del sector faltaba por conocerme, descuiden, que ese día lo hizo. Tras la primera ponencia salió el presentador a sortear una cámara Canon; él decía un número y si era el que había en tu acreditación pues te había tocado. No recuerdo el número pero lo que sí recuerdo es gritar: «Mío».

En ese momento, luces a mi persona y, como en los Goya, te reflejas en una pantalla gigante mientras bajas las escaleras entre aplausos. Al llegar al escenario, los dos besos de rigor, micrófono para preguntarme mi nombre, una azafata al lado con la cámara y la frase que nunca olvidaré: «Vamos a comprobar que el número es correcto». Aún recuerdo la mirada que me echó el presentador no dando crédito, porque el número no era correcto y en el murmullo se escuchó: «Es mía». Una chica se levantó y mientras yo subía sin saber qué especie de harakiri me había hecho en público, escuché gritos de «Vamos, Unzu», o el director de JCDecaux: «Sólo por lo que acaba de hacer se merece un premio».

Si no están dando crédito, imaginen mi director general, que era el siguiente en intervenir. Cuando subió al escenario dijo: «Esa chica trabaja conmigo». Llegó el cóctel posterior en el que se me acercaba gente que ni conocía solo para felicitarme, y antes de llegar a mi agencia ya lo sabía todo el mundo y hasta me habían hecho un grupo de Facebook llamado «Unzu y su no premio».

Las plataformas digitales y yo estamos perdiendo dinero, ¿no creen?