Vengo con el hacha levantada, dispuesta a abrir un melón.

Si Giuliano de Médici o Lorenzo el Magnífico, que tanto hicieron por la cultura y el arte en Florencia, levantaran la cabeza, verían con estupor que en el siglo XXI instituciones culturales como la Galería Uffizi se prostituyen por dinero, y digo bien: prostitución, créanme.

Hace unos días me sorprendió una noticia que quizás para otros pasó desapercibida: la galería Uffizi abría sus puertas en exclusiva a una revista para que se le hiciera una sesión de fotos a Chiara Ferragni, influencer con veinte millones de seguidores en Instagram y que cobra por un post 52.000 euros, poca broma.

No será la primera ni la última vez que se utilizan indebidamente museos o sitios emblemáticos del mundo, pero creo que hay que marcar límites. Qué les parece si les digo que Justin Bieber pagó 20.000 euros por una visita privada a la Basílica de San Pedro en Roma para jugar con un balón a lo largo de todo el recorrido, o que Beyoncé grabó un vídeoclip en el Museo del Louvre pagando 15.000 euros por día. Creo que el arte debe ser protegido y no permitir que una chica de 33 años ponga morritos frente a obras de arte como El Nacimiento de Venus, subiéndola a sus redes sociales poniendo el hashtag style. ¿Estamos locos?

Pero la cosa no queda aquí. El community manager de la galería fotografiaba a la instagramer junto a El Nacimiento de Venus, de Sandro Botticelli y la comparaba con Simonetta Vespucci, protagonista de los cuadros más emblemáticos del pintor, y por ahí no paso. Las redes ardieron generando dos bloques, defensores y detractores, de la foto de la influencer ante el cuadro y el parecido entre Chiara y Simonetta, que como decía Mario Colleoni en su magnifíco articulo en El Confidencial, esto «es a la historia del arte lo que Las Vegas al buen gusto»

Por desgracia, nada va a cambiar y todo irá a peor mientras no protejamos el patrimonio cultural y dejemos que sea prostituído de esta manera tan frívola para su utilización en beneficio de las marcas.

(Quizás esta reflexión la hago no por aspirar a ser instagramer y enseñarles morritos en las redes, sino porque me muero de la envidia, esto es así. Ojalá poder pasear por Los Uffizi a solas y tener un stendhalazo al disfrutar del David de Miguel Ángel o La Primavera de Botticelli, me cago en mi pena.