Escucha, escucha, escucha la voz del Mar Menor, que se apaga lentamente por culpa de los señores del lugar (civilizados en estética; bárbaros y salvajes en ética), que durante años han salido de noche a pescar en las aguas de todos, pero a vender el producto en su propia lonja. Este comportamiento se ha ido produciendo ante los ojos atónitos o incrédulos o miopes, de la gente, que ha contemplado la degradación del Mar mientras se bañaba en su superficie, porque en el fondo buceaba un sistema económico dañino para la Naturaleza y para el Ser Humano, ya que a la larga expulsa a las gentes a los arrabales, o las empobrece hasta invisibilizarlas, y a la Naturaleza se la daña.

La degeneración del Mar Menor (solo es un porcentaje mínimo de los problemas principales que afectan actualmente al medio ambiente mundial y a las condiciones de vida de los habitantes del planeta) ha escandalizado a las gentes de la Región (o al menos a aquella que lo aprecie), incluso allende nuestra tierra. La mirada se ha detenido en él cuando ya se halla en la UCI, pues esta situación es la consecuencia de la mala gestión e irresponsabilidad de los Gobiernos de turno y gente no gobernante, que han confundido su interés con el interés público, provocando que la individualidad tenga repercusiones colectivas, resaltando, además, claramente todo lo siniestro de ciertas actuaciones ideológicas que bajo el fetiche del Bien Común se pretende distraer y desviar constante y sistemáticamente la mirada de lo verdaderamente importante para con el medio ambiente. En otras palabras, en la Región de Murcia se ha hecho política con (y no del) medio ambiente.

Las culturas jurídica y sociológica europea, en general, y española, en particular, son de carácter antropocéntrico (Ser Humano se sitúa por encima de la naturaleza) y no ecocéntrico (Ser Humano y Naturaleza se posicionan en horizontal); en cambio, en América Latina se podría decir que sus culturas están más sensibilizadas al respecto, porque ven a la Pachamama como algo vivo y forma parte de la razón del ser.

La sensibilidad ambiental ha crecido en los últimos años en España, pero aún ciertas gentes la reducen al reciclaje, porque la educación medioambiental y el quehacer de las instituciones miran a la naturaleza en minúscula y no en mayúscula, consiguientemente, el enfoque de la política medioambiental resulta equívoco (ej., configuración de la Agenda 2030 en España). ¡Ni siquiera está articulado el derecho a un medioambiente sano en el ordenamiento jurídico español y en el marco jurídico de la UE!

Una Humanidad que sobrevive y que se perpetúa siempre a costa de hacer (o padecer) atroces inhumanidades no solo contra el Ser Humano sino también contra la Naturaleza se vuelve más inhumana, y entonces, por curiosidad zoológica, se vacían de contenido nociones clave como Naturaleza, Solidaridad y Vida. En este sentido y en consonancia con la lógica jurídico-sociológica española y europea, puede decirse que la Naturaleza no es algo vivo para el Ser Humano, sino un mero invento, como una app. Así, día a día, año tras año, la estimativa del Ser Humano para con Madre Tierra va siendo amaestrada a desviar la vista de cuantas tragedias le ocurran, como así ha ocurrido con el Mar Menor.

Entonces, de conformidad con lo antedicho, ¿existe alternativa al modelo actual fundamentado en la perspectiva antropocéntrica? Sí, la justicia y educación medioambiental-ecocéntrica. ¿Qué podemos hacer? Reconocer a la Naturaleza como sujeto de derecho. El reconocimiento puede convertirse en un instrumento en la lucha contra el cambio climático y en un mecanismo de protección del Mar Menor.

En este sentido se ha pronunciado el pleno de Los Alcázares (emulando la jurisprudencia de la Corte Constitucional de Colombia o la Corte Interamericana de Derechos Humanos o textos jurídicos como la Constitución de Ecuador de 2008 o la Ley de la Madre Tierra de Bolivia de 2012. Amigos juristas y con la venia de los tribunales, hay que ampliar la mirada y la interpretación jurídica) con la aprobación de una iniciativa legislativa para dar derechos propios al Mar Menor. Se trata de un hito que merece apoyarse por tratarse de una hendidura que cambie las mentalidades.

Me pregunto entonces, ¿lo apoyará la mesa de la Asamblea Legislativa de la Región y, además, adoptará a trámite el Congreso de los Diputados la iniciativa legislativa popular presentada al respecto o decidirán contribuir al estatus quo impuesto por los salvajes y bárbaros?

En virtud del principio de precaución, vinculado al principio de responsabilidades comunes, anunciado en varios instrumentos internacionales (Declaración de Río,1992) se deberán adoptar medidas eficaces para el peligro ambiental grave o irreversible aun cuando no exista certeza científica absoluta sobre su existencia. La aplicación de este principio es de suma importancia para la protección de la Naturaleza, y su contenido se amplía merced al reconocimiento como sujeto de derecho, que se defendería a través de un representante legal como así hacen, mutatis mutandi, las empresas.

El futuro en el ámbito de la protección medioambiental (ergo, la supervivencia y bienestar del Ser Humano, cuya extinción llegará antes que la de la Naturaleza) no está todavía completamente escrito ni los itinerarios marcados con exhaustividad. Estamos ante una oportunidad de sembrar una semilla que ascienda al porvenir, que modifique las mentalidades. No sembrar la semilla, y usando un exabrupto recalentado por reacción ante el daño causado al Mar Menor, para aplicárselo a la especie humana, que nos den por saco.