¿Se acuerdan de Ratatouille? Es el momento de confesarles que hemos sido convivientes. No les negaré que al principio pensaba que me embarcaba en una relación tóxica; él solo aparecía por las noches y el resto del tiempo si te he visto no me acuerdo. Pero cuál fue mi sorpresa cuando el pasado domingo desayunamos juntos. ¡Qué hay más bonito que compartir recién levantados miradas de complicidad!

Mientras yo aún me encontraba en la cama, el muy jodío pasó sin pudor por el suelo del dormitorio. Me levanté sigilosa sin querer asustarle; tras buscarle sin éxito decidí preparar una cafetera y sentarme a escribir. No se lo van a creer, pero el muy sinvergüenza, mientras yo estaba sentada en el salón, asomó la cabeza clavándome la mirada detrás de un cuadro que tengo apoyado en la pared, y supe que había implicación emocional entre ambos. Me cago en mi estampa, esto lo complicaba todo.

Estarán conmigo en que nuestra relación estaba condenada al fracaso, así que, antes de enamorarme perdidamente de él, decidí cortar por lo sano y tomé la decisión más dolorosa y radical por el bien de ambos.

Pasado un rato decidió a lo Steve Mcqueen en La Gran Evasión intentar escapar corriendo hasta un lugar seguro en una especie de trastero que tengo en la parte de atrás del dormitorio. Después del primer café y con todo el dolor de mi corazón coloqué los dos cepos en su escondite, cerré la puerta y no miré atrás.

Las horas fueron pasando, quería evitar escuchar cómo se nos rompía el amor, no de tanto usarlo, sino por el sonido del cepo, pero fue inevitable, y ocurrió.

Me había cargado a Ratatouille y no era capaz de abrir la puerta para ver el cadáver y mucho menos sacarlo. Estuve mirando al lugar de los hechos varias horas hasta que tomé la decisión de sacarlo para darle un digno adiós. Me armé de valor, abrí la puerta del armario y lo encontré boca abajo, atrapado en el cepo, y con mucho cuidado lo saqué mientras no era capaz de mirarlo, sintiéndome una asesina.

Desde entonces la casa se me cae encima y nada es lo mismo, pero sé que hice lo que tenía que hacer: cargármelo, convirtiéndome en la viuda negra.

No fue fácil, lo aseguro y espero que allá donde esté no me tenga rencor y entienda que no fue por él; fue por mí.