Cuando me llamaron para ofrecerme la columna en este diario, me prometí a mí misma que no hablaría del maldito coronavirus, pero, ¿sabéis? al final he tenido que hacerlo porque lo vivo cada día, porque me remueve por dentro, porque intento ser cada segundo más responsable, porque tengo miedo...

Eso sí, no pretendo dar lecciones de vida: quiero hablar de la covid-19 desde su parte más amable; quiero creer que este confinamiento nos va a servir de mucho, que vamos a cambiar hábitos de vida para ser más generosos, más humanos.

Yo particularmente me he propuesto cumplir a rajatabla la ya manida frase de «no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy», y es que este conocido refrán siempre ha tenido mucho sentido, pero ahora más que nunca.

Esto también me lleva a pensar que es momento de hacer caso a algo que leí hace tiempo: «Cualquier cosa que puedas soñar, que puedas hacer, empieza a hacerla. El atrevimiento conlleva genio, poder y magia. ¡Empieza ahora!». Pues hagamos lo que proponía Goethe, pero hoy, no mañana, simplemente porque el mañana no existe. ¿Qué pasa ahora con los besos y los abrazos? Algo tan cotidiano, tan normal, se ha convertido en una imperiosa necesidad. ¿¡Y ha tenido que llegar una pandemia para darnos cuenta!? Me muero por besar y abrazar a mis padres, a mis hermanos, a la gente que quiero. Me muero de ganas como nunca antes me había pasado con nada. Y permitidme que haga una pequeña reflexión: los besos y los abrazos son gratis.

Yo me quedo con los aplausos. Con las videollamadas que terminaban en sonrisas, incluso en lágrimas. Con los juegos de mesa que estaban años guardados, criando polvo, y unieron familias. Con los nuevos cocinillas. Y con los menos atrevidos que terminaron bailando delante de una cámara (todavía sonrío cuando recuerdo a alguno de ellos). Pero también tenemos que entender y tener muy claro que esto no ha terminado. Por favor, no lo hagas por ti si no quieres. Piensa en tus padres, tus abuelos... Piensa en la gente mayor, en las personas más desfavorecidas.

«Si después de que esto termine sigues teniendo miedo de jugártela por lo que te hace feliz, no entendiste nada».