Quizá la comarca que conserva mejor sus señas de identidad sea la que comprende los terrenos que se pueden ver a lo largo de la carretera que une Cartagena con Isla Plana y La Azohía. Los papeles viejos cuentan que en esos montes había todo tipo de arbolado hace unos pocos siglos, pero las necesidades humanas los destruyeron. Sería fácil recordar aquello de «por no pasar ni pasó la guerra». Pero sí pasó por ahí. Se sabe que, por lo escondido y escarpado de algunos parajes, por ahí se escondieron muchos en los años 40-42 antes de exiliarse a África o a Méjico. También cuenta la memoria popular que por ahí hubo lobos, que se les oía por las noche de invierno acercarse a los corrales y devorar algunas ovejas. A pesar de que en todos los hogares había algún arma para defenderse, los hombres no se atrevían a salir a pelear con esas alimañas, ya que iban en manada, y se volvían muy agresivos cuando se les atacaba. Para los amantes de paisajes puros, sin apenas intervención humana, es todo un lujo recorrer la zona de Tallante en cualquier época del año. Las sierras y las quebradas sugieren otras culturas y otros tiempos. Y los numerosos caseríos abandonados recuerdan la vida dura de los campesinos locales. ¡Lástima que nadie haya contado la vida de aquella gente hasta ahora!