No tengo fuerza en las manos, me cuesta abrir un bote de cristal, poner la funda del edredón o colgar un cuadro. Cuando estoy con 40 de fiebre y echa un trapo en mitad del delirio pienso: ojalá hubiera alguien aquí que me mime y me diga que todo va a salir bien. Hasta aquí mis problemas del primer mundo, que al rato se me pasan.

Soledad, esa gran desconocida para muchos que no son capaces de mirarse al espejo y decirse: aquí estamos tú y yo y tenemos que aprender a soportarnos.

La soledad bien entendida y elegida es altísimamente recomendable, no con ello estoy en contra de la vida en pareja, ni mucho menos, pero a estas alturas del partido con algo más de 40, quizás sea mucho más sano compartir momentos, que no vida, algo moderno para muchos de ustedes, lo sé.

Es un coñazo poner sola el edredón por el peso del nórdico, sin duda, pero aguantar a alguien a quien no quieres me parece un peso mucho peor que no estoy dispuesta a soportar.

Siempre me ha espantado la frase «hay que aguantar»; quizás para otras generaciones la vida no fue fácil y era lo que tocaba, pero hoy en día miro a mi alrededor y veo como nos conformamos o seguimos junto a quien no queremos sólo porque tiene que ser así. No lo entiendo, y es evidente que tampoco lo comparto.

Prefiero una vida libre y sola que una vida conformándome. Todo lo que nos está sucediendo debería servirnos, y no, no les hablo de propagandas políticas, les hablo de mirarse al espejo y aprender, aunque no la vayan a liar ahora y lo dejen todo. No quiero que sus parejas me culpen de ser la instigadora que les ayudó a romper e irse a un pueblo de la campiña francesa a hacer mermelada de melocotón y beber vino.

Valoren lo que tienen y si no son felices, hagan algo. Sé que la vida no es fácil, se lo aseguro, pero la vida pasa, y yo por si acaso me voy a ir preparando para el linchamiento de las wedding planners, fincas de celebraciones y demás parafernalias que rodean al negocio del 'amor verdadero', que tras leer esta columna querrán colgarme de algún campanario. Mientras, seguiré abriendo los botes de cristal con una cuchara haciendo el vacío y dejándome los brazos poniendo la funda del nórdico. Cuando tenga fiebre no les prometo que no suspire por alguien que me cuide, pero al rato se me pasará.