"Sola, estoy sola, siempre estoy sola. Y sin embargo, no hay nada que temer salvo al propio miedo".

Estas fueron las palabras encontradas en un cuaderno de Norma Jean Baker, Marilyn Monroe, hace unos años.

La mujer más deseada del mundo siempre se sintió sola.

Hoy se cumplen 58 años de su muerte; tenía 36 cuando se fue. No estoy aquí para hablar de su muerte; prefiero hablarles de lo que me fascina ella.

Quien me conoce sabe que tengo debilidad y fascinación por la Monroe, pero no por la de delante de las cámaras y los focos de Hollywood. Me hipnotiza la más desconocida, no el pedazo de carne con ojos considerado mito erótico de los años 50. Volvió locos a todos los hombres de la época con el movimiento de su falda por la brisa del metro de Nueva York.

Estuvo encasillada en papeles de mujer explosiva sin dos dedos de frente en películas como Los caballeros las prefieren rubias, Con faldas y a lo loco o La tentación vive arriba. Esta última la volví a ver hace poco y me pareció tan sórdida y salvaje la manera de exponerla como un cuerpo sin cerebro que me hizo pensar en cómo tuvo que sentirse ante aquella exposición tan soez. Nadie llegó a considerarla una actriz con mayúsculas.

No creo que ninguno de los hombres que pasaron por su vida la quisiera de verdad. Se volvieron locos por la estrella, por el cuerpo, por lo que significaba estar con la mujer más deseada del mundo, pero en el fondo nadie amó realmente a la mujer. Sinatra, Curtis o Kennedy, todos querían pasar por su cama y no pararon hasta conseguirlo.

Arthur Miller, dramaturgo, guionista y su último marido escribió el guión para Vidas rebeldes, la última película de Marilyn. Escribió esta frase que parecía más bien un sentimiento de Miller en voz alta sobre su relación con su mujer: «¿Puede un hombre sonreír cuando contempla a la mujer más triste del mundo?».

Nadie fue capaz de ver el motivo de su tristeza, de su soledad al mismo tiempo que estaba rodeada de gente. El problema de todos fue que no intentaron quererla por quien era más allá de aquella rubia que desprendía sexualidad y sensualidad sólo con respirar. Qué culpa tendría de ser tan deliciosa y sexy criatura.

En mi equipo, querida, mi admiración hacia todo lo que no vieron los que te tuvieron delante.