En un caso documentado por el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Lovaina en Bélgica, citado por The Guardian esta semana, se describe la situación sufrida por una dependienta de farmacia de mediana edad que acudió a urgencias del hospital más cercano a su residencia debido a la fuerte sensación de haberse convertido en una gallina y sentir sus miembros inferiores de acuerdo a la condición animal adquirida. Para ilustrar el hecho, algunos vecinos contaron que la habían encontrado en el jardín delantero de su casa imitando el cacarear de una gallina golpeando con sus pulgares en sus mejillas infladas de aire. Afortunadamente, el episodio duró poco tiempo y la mujer se reintegró a la especie humana después de sufrir un ligero desvanecimiento. No es el primer caso de alguien que se siente un animal, en el sentido literal de la expresión. En el mismo periódico se refieren a los cincuentaiséis casos médicamente documentados de este raro síndrome, que puede tener su origen en una alteración psiquiátrica, neurológica o desconocido, dependiendo del caso.

En el caso concreto de la mujer gallina, parece ser que el origen estaría en una fuerte depresión sufrida a consecuencia de la muerte de un familiar cercano. Otros casos tienen una explicación más difícil. Personalmente me interesan mucho y desde siempre estas alteraciones mentales, sobre todo las que tienen origen neurológico por alteraciones físicas de ese desconocido órgano que es el cerebro. Y mucho más desde que padecí un ictus el verano pasado que se manifestó perdiendo la coherencia verbal estando de cena con un buen amigo en Marbella. Afortunadamente la recuperación también fue rápida después de una batería de pruebas en la Arrixaca y desde entonces he continuado sin problemas hablando en público y en privado sin dificultades, asumiendo,, eso sí la necesidad de tomar una medicación regular para prevenir posteriores episodios.

Al menos no me sentí como Gregorio Samsa, el protagonista de La Metamorfosis, novela magistralmente escrita por Franz Kafka, que narra la historia de un comerciante de telas que viaja frecuentemente con el fin de ganar el dinero necesario para mantener a su hermana y a sus padres, los mismos que lo abandonan a su suerte cuando una mañana se despierta convertido en una cucaracha. Tan terrible como eso o más es la dolencia neurológica de los 'miembros fantasma', por la que tienes la sensación de mantener un miembro amputado o pierdes completamente el control mental de un miembro que sigue perteneciendo a tu cuerpo. Otro 'regalo' de la mente enferma es el síndrome de Ekbom o 'parasitosis', por el tu cuerpo se siente invadido por bichos que corren sobre tu piel o bajo ella.

Que el cerebro te juega malas pasadas es un hecho, pero también es obvio que sus potencialidades son enormes y la mayor parte permanece inexplorada. Por eso el presidente Obama puso en marcha un ambicioso programa desafiando y prometiendo sustanciales fondos a la comunidad científica norteamericana para mapear este intrigante órgano, asiento tanto de las capacidades motrices y sensoriales más básicas como de las más sofisticadas elaboraciones espirituales y artísticas a las que nos ha conducido la evolución de nuestra especie. La idea de la Administración de Barack Obama era imitar el esquema del exitoso reto colectivo bautizado como Proyecto Genoma Humano, cuyos resultados científicos y consecuencias prácticas estamos ya en condiciones de disfrutar en vida debido a su prodigiosa aceleración, sobre todo por el papel jugado por la iniciativa privada comandada por el genial Craig Venter.

La realidad por el momento es que la ciencia neurológica va descubriendo el cerebro pasito a pasito, la mayor parte de las veces debido a las extrañas patologías que se manifiestan cuando, por algún trauma físico como un accidente de tráfico que afecte a una parte del cerebro, este pierde una parte de sus funciones, con lo que delata su localización. La historia del descubrimiento del cerebro se escribe de esta forma capítulo a capítulo, o más bien caso a caso. De hecho, el título de este artículo está inspirado en un fascinante libro de Oliver Sacks, un neurólogo británico hijo de un matrimonio de neurólogos, que pasó su vida documentando de forma amena y brillante los casos neurológicos interesantes que llegaban a sus manos. El hombre que confundió a su mujer con un sombrero se refiere, por sorprendente que parezca, a caso real de un hombre que, efectivamente, sabía en su intimidad y por lógica que su mujer no era un sombrero, pero en la práctica delataba en determinados comportamientos que a veces la confundía con esa prenda de vestir.

La vocación de Oliver Sacks como divulgador científico de casos neurológicos se consagró con Despertares", un historia emocionante que narra un episodio fugaz de vuelta a la conciencia por parte de un grupo de pacientes que habían sufrido una encefalitis letárgica de que los dejó sumidos en un 'apagón' durante casi toda su vida, hasta que experimentan un prodigioso despertar cuando se les administra un nuevo medicamento conocido como l-dopa y que hoy se prescribe para aminorar los síntomas del Parkinson. La película basada en el libro original del mismo título, en la que Robin Williams adopta el papel del propio Oliver Sacks, y Robert de Niro el de uno de los pacientes que recupera momentáneamente sus capacidades para moverse y comunicarse, es conmovedora.

Al contrario que otra película grandiosa inspirada en una dolencia neurólógica y que, en este caso, es aterradora. Se trata de Memento, que cuenta de forma magistral la historia de un personaje que solo cuenta con la «memoria de corto plazo» para resolver un embrollo criminal en la que hasta el final (como él mismo) no descubrimos si es la víctima, el criminal, un cooperador necesario o alguien que pasaba por allí y no tenía ninguna relación con los hechos.

Lo mires por donde lo mires, nuestro cerebro funciona como el panel eléctrico de un inmueble. Y los neurólogos son los electricistas que intentan descubrir qué es lo que esta fallando para que salte un plomo. Un noble empeño que no siempre es fácil de alcanzar.