Hace unos días cumplía años Olivia de Havilland, 103 para ser exactos, las redes se inundaban de felicitaciones, palabras de simpatía y admiración, era la última gran estrella del Hollywood, viva y cumpliendo años. Al poco, la actriz falleció en París y con ella se iba la última superviviente del cine de los 40 y 50, los años dorados de Hollywood, cuando el western, la comedia, el cine negro o el musical vivieron sus mejores tiempos, al menos para una enamorada del cine clásico como yo, para quien los actores y actrices de aquellas décadas han sido y serán únicos e irrepetibles.

Al enterarme de la pérdida de la última estrella de Hollywood vino a mi cabeza algo que he pensado siempre, y es que su papel de Melita en Lo que el viento se llevó me ha dado una profunda pereza cada vez que veo la película. ¿Saben el perfil de mujer aparentemente débil pero que tras ese aspecto de mujer candorosa y frágil se encuentra toda una seductora? Quizás Melita no respondía exactamente ese perfil, pero saben a qué me refiero.

Qué rabia me dan dado toda la vida las Melitas del mundo.

Al final las que vamos de frente, sin artificios, transparentes y damos la cara nos comemos tres colines ante las Melitas de la vida. Y a quien diga lo contrario le desmonto sus argumentos uno tras otro con hechos más que probados. Prefiero mil veces una Scarlata O'Hara, auténtica y valiente, aunque sola y sin Red Butler.

Reivindico a las tías con personalidad, que van de cara y no necesitan que las protejan, frente a las Melitas del mundo que siempre se llevan al Aslhey de turno.

Reivindico la naturalidad y frescura ante las mohínas candorosas, que con una caída de ojos rinden ante ellas a cualquiera. Quizás las Scarlatas acojonan y llevan escrito en la cara complicaciones, ante la fragilidad solo aparente de las Melitas de turno.

¿Quién no ha tenido la típica amiga que con su aparente inocencia les ha arrasado casi sin darse cuenta? No vean lo que escocía, y si no que se lo digan a Scarlata.