De esos días en que el calor abrasa; de los que piensas en palmeras, playas desiertas y mojitos, pero en realidad estás recorriendo el Campo de Cartagena para ver qué tal sus agricultores. Paradojas donde las haya: ¿cómo van a estar trabajando bajo un sol que en el mejor de los días les da una tregua de menos de 30 grados? ¿Cómo van a estar cuando cobran una miseria por los frutos recolectados? Y yo voy a mirar si su betadine tiene buena fecha o si su ropa de seguridad es la adecuada. Lejos de mandarme a freír espárragos al verme llegar, me llenan el maletero del coche de riquísimos melones que sirven de excusa para visitar a mis amigos, ahora que aún se puede; dejadnos unas semanas y verás.

Pues eso, que me suena el teléfono y descuelgo una llamada de LA OPINIÓN. A caraperro, pero con gracia, me suelta el Montiel que tiene una sección para mí en el diario. Tardé dos segundos en darle el Sí Quiero, aun pensando que muchos matarían por hacerlo... Y eso, que aquí me tienen, queridos. Intentando poner un granito de arena, que no de lucidez, en este periódico. A ver si consigo que ese ratito de chiringuito o ese café que se toman mientras ojean la prensa siente mejor.

Tras la propuesta, llegué a casa y miré cada rincón para cual Ágatha Christie en el Palacio Winter de El Cairo o Carrie Bradshaw en su lujoso loft de Nueva York, tener la inspiración suficiente para así poder crear una aceptable publicación. Pero, nada, nena, que las musas no venían... Pensé entonces que, para escribir tranquila, mi casa debía estar limpia y ordenada. Y ese fue el golpe de suerte.

Cada cajón que ordenaba me decía: «Habla de mí, por lo que valga». A borbotones, ese desorden me daba motivos para no parar. Discos dedicados de mis admirados Marañones, que ispo facto (como diría Josito el disléxico) me recordaron tantas aventuras vividas junto a ellos, mil entradas de conciertos cada una con una historia a veces inenarrable. Fotos y más fotos, la mayoría tomadas en el Office de La Yesería que es donde solemos terminar con los grupos tras el bolo, intentando arreglar este mundo que se nos está quedando.

Y tuve claro que la música siempre ha sido y será mi vida y formará parte de mis vivencias.