El año 2020 va a quedar marcado para siempre en la memoria de varias generaciones por ser un año de incertidumbre y desconcierto, en el que la humanidad, que se creía casi invulnerable, se enfrentó a un desafío como no se recordaba desde hacía más de cien años, cuando tuvo lugar la última gran pandemia, esa mal llamada gripe española.

Los médicos, que hemos necesitado seis años de formación en las facultades, un año de preparación del examen MIR y cuatro o cinco años de formación sanitaria especializada, nos hemos encontrado, de golpe, con una enfermedad desconocida, causada por el SARS-COV2. Hemos partido de cero y hemos tenido que recomendar medidas como las que se recomendaban en epidemias y pandemias que han asolado a la humanidad: el confinamiento, el distanciamiento físico y social, el lavado de manos y el correcto uso de la mascarilla, para evitar el contagio de la enfermedad.

Estas medidas, aunque efectivas, no son las soluciones deseadas por un médico. A nosotros nos gusta curar, salvar vidas, encontrar fármacos y combinaciones de los mismos que mejoran la calidad de vida.

Desde que empezó la pandemia, en los centros sanitarios españoles no hemos dejado de probar suerte con ensayos clínicos, con distintos fármacos, estudiando y analizando cada caso, ofreciendo todo nuestro conocimiento y nuestra experiencia para combatir una enfermedad que nos está obligando a reinventarnos y a reorganizarnos. En todos estos intentos hemos obtenido resultados diversos: algunos esperanzadores; otros, menos.

Mientras llega la ansiada vacuna o el tratamiento adecuado que consiga reducir la mortalidad o el tiempo de ingreso de un paciente covid en UCI y hospitales, todos estamos obligados a reorganizarnos para evitar el colapso sanitario. El caos que ha generado esta pandemia ha dejado al descubierto las debilidades de un sistema sanitario que venía padeciendo años de anemia financiera.

La Atención Primaria, con una sobrecarga crónica derivada de un déficit de plantillas de médicos de familia y pediatras, y sin manera de poder combinar las medidas de distanciamiento social con las abarrotadas agendas, se ha visto obligada a atender a gran parte de sus pacientes por vía telefónica e impedir, así, que sus pacientes se puedan contagiar por las habituales aglomeraciones en los centros de salud.

Este cambio de modelo asistencial no es el más satisfactorio para médicos y para pacientes, pero es, sin duda, el único posible mientras que el número de profesionales no aumente y se puedan reducir las consultas a unas veinte diarias, lo que sí aseguraría el funcionamiento de los centros de salud bajo las medidas de seguridad oportunas.

Los especialistas en Epidemiología, Medicina Preventiva y Salud Pública, tan poco valorados en la era precovid, han demostrado ser necesario en situaciones como la actual y fundamentales para poder evitar escenarios similares en el futuro. A pesar de ello, retributivamente siguen sin estar suficientemente valorados.

Los médicos del 061, de las Unidades Medicalizadas de Emergencias (UME), del Centro Coordinador de Urgencias (CCU) y de los Servicios de Urgencias de Atención Primaria (SUAP) que, hasta hace poco, transportaban enfermos en helicóptero o recogían a un accidentado en ambulancia, han tenido que acudir a los domicilios de pacientes con una carga viral alta de covid, porque para eso son los cuerpos de operaciones especiales de los sanitarios. Por situación arriesgada que haya para ellos, no han dado ni un solo paso atrás a la hora de salvar una vida.

Los médicos de Urgencias Hospitalarias, que saben tratar los infartos, que te atienden con una neumonía€ siguen estando en primera línea en esta lucha contra la covid-19, aunque ninguna Administración haya pensado en incrementar sus recursos, aunque ningún político haya pensado en que el doble circuito de pacientes covid y no covid hace que los efectivos tengan que estar divididos y la presión asistencial no disminuye.

Los médicos de hospital, desde el internista que estudia sin cesar a las enfermedades infecciosas hasta dar con la clave, hasta el intensivista que te cuida mientras ni tú mismo puedes hacerlo, pasando por los cirujanos que siguen operando para salvar vidas, con o sin pandemia, los anestesistas, cardiólogos, pediatras, digestivos€ Todos nos hemos tenido que reinventar para seguir curando, acompañando y consolando.

Los profesionales estamos agotados. Nos enfrentamos a unos de los momentos más difíciles de nuestro ejercicio profesional. Sabemos que aún nos quedan muchos meses de pandemia por delante y que solo podremos salir juntas de esta, como la gran familia médica que somos. Todos los profesionales, los de hospitales grandes y hospitales pequeños, los de centros de salud, los del 061€ todos somos igual de importantes. Tenemos una labor irremplazable y no podemos desarrollarla sin la ayuda de nuestros pacientes y de la sociedad en su generalidad. Por eso, pedimos responsabilidad y colaboración ciudadana. El virus no se ha ido y los contagios siguen apareciendo.

Si cada uno de nosotros cumple con su parte y respetamos las medidas de seguridad y protección, la nave no naufragará.