Hace 750 años, Alfonso X el Sabio, el monarca que fundó la primera Universidad de Murcia, concedió a la ciudad el privilegio de realizar mercados los jueves. Durante siglos, los mercaderes venían de toda la comarca para vender sus enseres y productos en los alrededores de San Miguel y Santa Teresa. En el siglo XVIII, las poderosas familias de Santo Domingo consiguieron que el mercado se estableciera en aquella plaza. Después, mucho antes de quedarse definitivamente en la avenida de la Fama, pasó al plano de San Francisco y a la Glorieta, extendiéndose hasta la plaza las barcas, donde estaba enclavado desde principios del siglo XX un edificio llamado a ser auténtica historia de la ciudad: la Convalecencia, hospital de convalecientes durante más de medio siglo, y Rectorado de la Universidad de Murcia desde 1987.

Con aquellos mercados, los alrededores de la Convalecencia se convertían en el bullicioso centro de la ciudad. Y el mimbre y el esparto se diseminaban ante las mismas puertas del edificio.

La Convalecencia es el mudo testigo que preside todo ese cuadro de personas y vehículos a tracción animal y mecánica. Desde hacía unos años alojaba en sus aposentos a los sacerdotes de paso por la ciudad para realizar algún tipo de gestión, esas gestiones que hoy se hacen, casi invariablemente, por internet, pero que hace más de sesenta años precisaban de la presencia física del interesado, que se arriesgaba al sempiterno vuelva usted mañana.

Aún faltaban tres décadas para que el inmueble se transformara en Rectorado de la Universidad de Murcia.