Este mes de julio hace ya veinte años que nos dejó. Pero si la muerte es el olvido, Carmen Martín Gaite no ha muerto. Su alegría, su pasión por la vida y por las palabras que curan, permanecen en sus textos.

Era una conversadora imaginativa, rigurosa e infatigable, «poder hablar es una maravilla, tan fácil€ las conversaciones con otros nos estimulan, nos dan pie para pensar», dice en su novela Retahílas. La escritura era para ella un sucedáneo de la conversación. Escribía para comunicarse, pero también para divertirse, descubrirse, aclararse e inventarse. Escribía como juego, oficio y necesidad, tres conceptos que aparecen en el lenguaje cotidiano como contrarios, pero que en el mundo de Carmen Martín Gaite no son contrapuestos, sino que se mezclan, se confunden y no podemos distinguir las fronteras que los separan.

Lo vivido, lo leído, lo imaginado, lo recordado o lo soñado tienen para ella la misma validez. Rechaza los muros de separación entre la literatura y la vida, lo incierto y lo seguro. Si algo está desbaratado, ella no lo recompone con ejercicios forzados, lo muestra tal cual, porque la literatura es apunte, sugerencia, un desafío a la lógica. Es difícil catalogar su obra, cada uno de sus escritos transgrede toda posible categorización.

En sus textos como narradora, poeta, ensayista, articulista o autora de teatro, nos enseña a mirar de manera crítica la propia experiencia y, en general, las condiciones de vida de las mujeres de su generación, que vivieron la juventud en los difíciles años cincuenta. Su ensayo Los usos amorosos de la posguerra española o su novela Entre visillos dan buena muestra de ello.

Sus obras están llenas de analogías y metáforas relacionadas con el universo femenino de la costura, una ocupación tradicional de las mujeres que nos liga a nuestras madres y abuelas: 'hilando fino', 'tirando del hilo', 'enhebrando recuerdos', son algunas de esas expresiones. Un texto es un tejido de palabras enhebradas. A veces se enhebran en forma de cartas personales, y ahí está su preciosa novela epistolar Nubosidad variable, la historia de una amistad entre dos mujeres en la que se narra lo que luego se ha llamado 'sororidad'. La identidad de cada personaje se teje como la acción de coser, porque toda identidad es relacional y narrativa.

Si Carmen Martín Gaite ha sido reconocida como una gran escritora, es menos conocida su labor como traductora, a la que sin embargo dedicó mucho tiempo y tanta pasión como a sus propios libros. Ponía un cuidado exquisito en sus traducciones. Podemos comprobarlo en sus versiones de Madame Bovary de Flaubert; Al faro de Virginia Woolf; El marinero de Fernando Pessoa, o Jane Eyre de Charlotte Brönte, por la que recibió el Premio Nacional a la Mejor Traducción en el año 2000, poco después de su muerte.

Autora polifacética, traductora y, por supuesto, lectora y cinéfila compulsiva. Muchos de sus artículos publicados en prensa o elaborados para conferencias y seminarios, son análisis de obras literarias, teatrales, filosóficas, sociológicas o cinematográficas. La lectura y el cine eran para ella un viaje, una apertura a lo desconocido, a lo que es imposible prever. En El cuento de nunca acabar, un libro de «apuntes sobre la narración, el amor y la mentira», dice: «La lectura, al mismo tiempo que una fascinación, supone un enfrentamiento con un mundo del que se siente uno excluido, en el que de alguna manera, por algún portillo milagroso, desearía ardientemente penetrar». Leer es ponerse a la escucha, dejar a un lado lo que se piensa o se hace, suspender por un instante el sentido del mundo y abrir la posibilidad de verlo todo con otros ojos. La persona soberbia, narcisista o temerosa, que se empeña en seguir siendo la misma frente a lo que lee, no puede ser una buena lectora. La lectura ha de ser invitación y no barrera u obligación. Leer es entrar en otro mundo y dejar aparcado en la puerta el nuestro. La lectura nos forma y nos trasforma.

Recordar a Carmen Martín Gaite supone recuperar sus textos, leerlos o releerlos, encandilarse con sus historias, poemas y reflexiones, evitar que caigan en el olvido. Desde aquí queremos mostrar nuestro reconocimiento a una autora fundamental en la literatura española del siglo XX, que ha sido una valiosa fuente de inspiración y de aprendizaje no solo para sus lectoras y lectores españoles, sino también para quienes la han leído en otras lenguas a la que ha sido traducida: inglés, francés, italiano o portugués.

Invitamos a leer sus novelas, sus poemas, sus ensayos, sus artículos. Frente a la muerte, el olvido, el odio y el miedo que nos rodean, es bueno recuperar sus palabras de vida, de memoria, de afecto y de alegría. Es bueno releer de vez en cuando a Carmen Martín Gaite, nuestra interlocutora soñada, porque siempre nos invita al encuentro, a la reflexión y al diálogo.