Que sí, que la playa sigue siendo el referente de muchos murciano/as, que estamos deseando pasar página de esta pesadilla, aunque sea por un momento, porque ya no aguantamos más.

Y es que el verano es la esperanza no solo para la hostelería, somos muchos los que estamos deseando ver el mar, ya que las experiencias virtuales se estrellan cuando del mar se refiere. Es el aire de la costa murciana como un bálsamo que aunque no llega a curar las heridas sin embargo las suaviza. Heridas provocadas por esta nefasta situación sanitaria y socio-económica sin parangón, donde este 'Gobierno de alarmas' ha gestionado insuficientemente las consecuencias, que por otro lado se pueden prolongar si nos tomamos a la ligera las normas de seguridad.

Son muchos los que este año no irán a la playa simplemente porque ya no están con nosotros, y también es verdad que otros no podrán ir porque no tienen ni para comer. Hay colas ante Cáritas que eran inimaginables, recordemos que somos la cuarta comunidad en la que aumenta la pobreza tras la pandemia. Oxfam Intermón calcula que 450.876 personas, casi 30.000 más, se encuentran en esta situación tras la llegada del coronavirus.

Reconozco que el Ingreso Mínimo Vital parece positivo y necesario, no obstante se refleja cierta desigualdad, una vez más, entre provincias o Comunidades autónomas dependiendo del nivel de vida de ellas, por el desfase de los precios y del consumo, y para colmo el Fondo Covi en Murcia pone en evidencia que la vara de medir en el reparto de dinero, es claramente injusto (LAOPINIÓN, 5/20). Se trata de un continuo despropósito que ya no tiene nombre. Lo equitativo sería haber hecho una distribución a tenor del criterio poblacional y a esta Comunidad le hubieran correspondido unos cuatrocientos millones de euros. Pues no. Por lo visto les parece mucho, pues solo recibiremos algo más de la mitad. Esto sumado al agravio comparativo que viene padeciendo esta región, como por ejemplo en la financiación autonómica, pone de manifiesto el poquísimo peso que tenemos. Pero lo que más me preocupa es que, a la postre, son numerosas personas las que sufren angustiosamente esta coyuntura, ya que nos olvidamos de los más vulnerables que suelen perderse en la burocracia.

Creo que es el momento no solo de exigir justicia por vías eficaces, sino de reanudar las valoraciones de dependencia, permitiendo la compatibilidad de todas las prestaciones y servicios, incluidas las residencias, de manera que evitemos que queden sin atención los más frágiles, no vaya a ser que empecemos a encontrarlos en sus casas y sin vida.