Oímos un día y otro este término cuando se nos ruega que cumplamos con las dos normas más básicas de prevención del contagio del coronavirus: observar la distancia interpersonal y usar la mascarilla. Dos acciones básicas, porque aparentemente no parece que hagan falta cursillos ni instrucciones que memorizar, pero cuya inobservancia está trayendo los temidos brotes que ya han llevado en Galicia y Lleida a un regreso al pasado que confina comarcas sumando 300.000 personas que vuelven a vivir en similares circunstancias a la Fase Dos del Estado de Alarma.

Responsabilidad viene del latín spondere, que se traduce como obligación o compromiso al que se incorpora el prefijo ‘re’ de repetición o reiteración.

Se trata, en definitiva, de que cada uno de nosotros nos apliquemos al cuidado de los demás, a su protección, evitando convertirnos en agentes de propagación de la enfermedad. Así debería explicarse para desmontar la tesis de la inmunidad de la juventud y de que la pandemia ataca solamente a mayores y crónicos.

Para la mayoría no es complicado asumir este deber de cuidar a los demás, pero atendiendo a los hechos de los últimos días y antes de señalar con el dedo acusador, habría que diferenciar entre quienes no pueden y quienes se pasan el comportamiento social por entre sus dos patas, que no piernas.

Entre los primeros, se encuentran los temporeros agrícolas que anteponen a su estado de salud la necesidad de trabajar para poder comer. No se puede consentir que duerman al raso en las plazas de pueblos de Lleida sin lo más básico en higiene y alojamiento. Hay que procurar unas condiciones dignas a ese colectivo itinerante al que ahora se trata de apestados. La responsabilidad recae en los empresarios que los contratan, en los Ayuntamientos y en los servicios sociales autonómicos que deberían velar por ello.

Entre los segundos, los incívicos que en varios bares de localidades de Burela, en la costa de Lugo, festejaron la noche de San Juan como si no hubiera un mañana o como si el mañana les importara una mierda. Puede que ellos superen la enfermedad sin enterarse aunque su irresponsabilidad dé lugar al responso que haya rezar por el alma de alguno de sus familiares o amigos.

Hablan algunos expertos de la tormenta perfecta en invierno si se junta la Covid-19 con la época de gripe. Otros apuntan a que pueden ser meses tranquilos si cumplimos con la distancia y la mascarilla. Evitaríamos los dos males.