Nadie, en el staff orgánico provisional o en el institucional de Ciudadanos ha salido a dar un explicación, cualquiera que fuera, acerca del ‘caso Mario’, quien al inicio del actual mandato municipal, siendo vicealcalde de Murcia y portavoz de su Grupo, ‘hizo un Balduino’, es decir, ‘abdicó’ de sus responsabilidades políticas para acudir en condición de parado a firmar una plaza de funcionario en el hospital público de Yecla para la que fue llamado por liderar la bolsa de trabajo en su especialidad, e inmediatamente después, tal vez en el mismo acto administrativo, solicitó la excedencia política a la que tiene derecho por su calidad de electo y retomó de nuevo su cargo y sueldo en el Consistorio capitalino.

La excedencia política incluye, además, la acumulación de derechos laborales, como si se practicara el trabajo, de modo que cuando se acceda realmente a la plaza constarán para el titular todos los añadidos de tiempo y nómina por el tiempo transcurrido, aunque éste haya sido ocupado en la actividad política. Así es para todos, también para él, aunque su caso haya sido sobrevenido.

El truquillo empleado por Gómez no contraviene la ley, ya que para estos casos suele estar doblegada a los intereses de los políticos, pero aun así el acto parece tener todos los ingredientes que caracterizan el concepto de ‘fraude de ley’ que determina la legislación. Y, desde luego, es políticamente impresentable.

Alrededor de este hecho, Ciudadanos permanece en silencio. Nadie se pronuncia, ni oficialmente ni a través de redes sociales, y sus dirigentes, hasta ayer mismo, no atendieron los reclamos de este periódico, mientras Gómez intentaba blanquear su imagen en una emisora de radio, desatendiendo al resto de medios.

Sobre el papel, su partido no ha salido a defenderlo ni a justificarlo, quizá a la espera de que escampe para poder seguir manteniéndolo en el cargo. Hay una razón interna que lo explica: la actual gestora, que aspira a revalidarse como directiva es uña y carne de Mario Gómez, empezando por su portavoz, Jerónimo Moya. Si cae Gómez podría arrastrar a éste y a todo el conglomerado que aspira a hacerse con la dirección regional, de modo que la consigna es la misma que la adoptada por la población frente al coronavirus: resistir.

Lo sorprendente es que mientras Ciudadanos calla, la oposición municipal murciana habla. Y habla en defensa de Mario Gómez. ¿Cómo se explica que los portavoces de PSOE y Podemos relativizaran en estas páginas la triquiñuela administrativa del vicealcalde y desviaran sus críticas hacia el PP, como si fuera éste el que hubiera obligado a Gómez a hacer un Balduino?

Bien sencillo: tanto socialistas como Podemos aspiran a que en el curso del actual mandato, Cs cambie de socio, es decir, renuncie al gobierno PP-Cs e impulse con sus cuatro concejales una mayoría de centroizquierda, que sería legítima, desde luego. Pero para acercarse a ese horizonte no es buena política poner en cuestión las triquiñuelas de Gómez, que es quien más tira de la cuerda para cambiar el signo del gobierno municipal, no por ideología sino por interés propio: quiere ser alcalde. Por tanto, la oposición de izquierdas renuncia a poner en cuestión la balduinada, en su caso por interés político, dejando de lado la crítica que habría proyectado con ruido y furia si cualquier concejal del PP hubiera protagonizado un caso similar.

Esto nos advierte una vez más sobre la omertá de la clase política, cuyas exigencias éticas son siempre variables según se trate de identificarlas en un partido u otro. Como Cs es la llave de un posible cambio de gobierno, todo lo que haga el portavoz de ese partido deberá ser aceptado como mal menor (bah, en todo caso una irregularidad administrativa, o tal vez ni siquiera eso) mientras cualquier traspiés del adversario a batir producirá una campaña de descrédito hasta que se abran los cielos.

Si nos reservamos el papel de observadores resulta encantador constatar que mientras Cs, como tal, no dice ni mu, a la espera de poder manejar la cuestión de la mejor manera, quienes salen a pretextar en favor del protagonista de esta historieta son quienes la ciudadanía entiende que debieran ser sus adversarios políticos: la oposición. Pocas veces se ha visto a grupos de la oposición defender con tanta naturalidad expositiva a un miembro del gobierno. No puede dejar de llamar la atención y de provocar la sonrisa.

Gómez cuenta también a su favor con la renuncia que la sociedad ha hecho desde hace tiempo a la exigencia a sus representantes públicos para que éstos transmitan una mínima pedagogía social. De modo que los más espontáneos defensores en Facebook y por ahí de su truquillo administrativo reflexionan de la siguiente manera: «Yo también lo habría hecho. ¿Vosotros no?».

Cuando Cs emergió en la política regional, hace tan sólo cinco años, una de las exigencias para apoyar un Gobierno del PP consistió en la destitución de Miguel Ángel Cámara de la secretaría general de los populares. Este señor ya no era alcalde ni candidato a alcalde ni a ninguna otra cosa, pero ‘el partido de la regeneración’ no quería verlo ni siquiera en la dirección del PP. Y obtuvo la pieza. ¿Qué se hizo de aquel Cs tan estricto? ¿A qué papelera tiraron el código ético que tan brillantemente nos vendieron?