Unos vinieron a regenerar la política, estaban hartos de 'chiringuitos', y ahora conocemos que hay directores generales sin trabajadores en el organigrama de la Administración regional, que altos cargos se van al teatro en plena alerta roja, o que en el ojo del huracán de la pandemia, los responsables de tramitar los expedientes de regulación de empleo no sabían lo que traían entre manos. Más aún, hasta el 'insaciable' Mario Gómez, que llegó a soñar con ser alcalde, se está convirtiendo en un personaje grotesco por sus propias equivocaciones.

Otros ya avisaban que venían a 'recuperar' la España Cañí, los toros, las procesiones como Dios manda, la caza como Patrimonio Nacional, y los rojos y maricones otra vez a esconderlos en el armario. «Hay que eliminar las autonomías», gritaban, «devolver España a un Estado central», decían, «sobran funcionarios'», y las palmas echaban humo. «Hay que ponerse de pie, coño, cuando se está delante de la bandera española», «hay que enviar a la Guardia Civil a detener a Torra'», y lo más peligroso y de lo que casi nadie habló: «Hay que acabar con el actual sistema público de pensiones, y la Sanidad y la Educación ponerla en manos de las empresas privadas, el actual sistema sanitario es insostenible». Aunque su buque insignia era y es echar la culpa de todos nuestros males al inmigrante; eso tiene premio.

Pues bien, pasado un tiempo ya prudencial, aquellos que vinieron a salvar nuestras almas y regenerar nuestras vidas han demostrado que son los mismos perros pero que con distintos collares.

En la Asamblea, Cs da una de cal y otra de arena, se sigue tapando la nariz y mirando para otro lado cada vez que San Esteban pega un puñetazo en la mesa y los pone frente a un espejo, y su papel en algunos Ayuntamientos está pasando de jugar un papel de presión al de sumisión, como buscando cobijo para dentro de tres años, tiempo en el que está previsto que la 'bomba' naranja se autodestruya, salvo que Inés Arrimadas corte el cable azul.

Pero sin duda quien se lleva la palma es Vox. Los insultos, las presuntas corruptelas, las denuncias, las expulsiones, ya no son ni siquiera noticia. El partido de extrema derecha se está convirtiendo en una caricatura, aunque curiosamente, según algunas encuestas, los ciudadanos no se rigen por los graves problemas internos, sino que su ideología, que proviene de épocas tardofranquistas, sigue siendo fuente de inspiración para muchos y muchas.

Lo peor de todo, es que con dos de los tres partidos que sustenta el Gobierno regional pegándose besos y puñaladas, abrazos y mordiscos, caricias y reproches, lametones y escupitajos, están consiguiendo que el presidente López Miras se convierta en el tuerto en el país de los ciegos.

Mientras esto ocurre, un senador de El Moral (Caravaca), que responde al nombre de Miguel Sánchez, sigue llevando preguntas e iniciativas a la Cámara Alta, lo mismo se pone el traje de celador que pide cuentas al ministro de turno, y en la sede regional de Centrofama, en vez de mover por las redes sociales sus intervenciones han optado por llevar hasta el final el dicho popular: el mayor desprecio es no hacer aprecio.

Una lástima, para un senador que se lo curra.