Como si de un capítulo más de 'El jefe infiltrado' se tratara (el programa de televisión en el que empresarios tratan de conocer sus compañías para mejorarlas) se procedió el pasado jueves en La Glorieta, sede del Gobierno local de Murcia. El escenario fue el mercado de La Fama, cuyos vendedores se han manifestado por las calles de la ciudad, para sacarle los colores al PP y Cs, y el protagonista no podía ser otro que el alcalde capitalino, José Ballesta.

En esta ocasión abandonó su despacho de manera discreta y sin el séquito que le suele acompañar para fotos, vídeos y presentaciones o ruedas de prensa. Solo echó mano de su escolta y se plantó en la avenida de La Fama. La intención era, como en 'El jefe infiltrado', conocer cómo estaban los vendedores y comprobar si había o no vigilancia policial en un sitio al que se dirigen cientos de personas y cuyo control es básico en estos momentos debido a la situación excepcional en la que nos encontramos con la nueva normalidad.

Tal y como le habían ido poniendo encima de la mesa los servicios municipales, la ausencia de agentes de la Policía Local era total en una mañana en la que incluso el 112 había recibido un par de llamadas procedentes de ese mercado, algo inusual en otros tiempos. Ballesta pudo comprobar in situ sus sospechas y departir con los vendedores y con los vigilantes la situación por la que atraviesa el mercado más grande del municipio. El alcalde, incluso, preguntó acerca de distintos furgones que estaban dentro del recinto destinado al público, una conducta incívica de algún mercader que solo respetaría la autoridad policial y no la de los vigilantes municipales.

Precisamente, ese es el talón de Aquiles de los mercados: la falta de vigilancia y control por parte de la Policía Local que parece que los ha dejado a la deriva en un momento en el que el control es vital para que se respeten los aforos (los decretos regionales estiman una ratio del 75% de los puestos), el distanciamiento social y las medidas de seguridad.

Cuerpo de vigilantes y agresión a uno en Beniaján

El servicio de vigilantes e inspectores de Plazas y Mercados del ayuntamiento de Murcia ha sido reforzado con 14 personas a raíz de la pandemia sufrida estos meses que apenas tienen experiencia en este trabajo y que son más bien ordenanzas. No cuentan con la fuerza necesaria para enfrentarse a los contextos que se producen a primera hora de la mañana cuando se van a instalar los puestos y en los que, a veces, se producen discusiones que solo se pueden resolver con la experiencia y formación que dan los años de calle. La tensión en estos momentos es máxima y un día después de que el alcalde se presentara en La Fama, un inspector fue agredido en el mercado de Beniaján.

Policía de Mercados

La solución a esos problemas de seguridad no es otra que destacar en las zonas de mercados a agentes de la Policía Local. No sólo lo han puesto encima de la mesa los funcionarios encargados del servicio de vigilancia de plazas y mercadillos, también sindicatos como CC OO han hecho llegar a Ballesta esa reivindicación. Le han reclamado la creación de la denominada Policía de Mercados, un grupo especializado que daría el mejor apoyo a vigilantes e inspectores y que sería la autoridad en caso de que fuera necesario poner orden a golpe de ley. La idea de tener una unidad de esa naturaleza no es ninguna frivolidad, ya que en todos los municipios el control de estos espacios lo hacen los agentes policiales, siendo Murcia la única localidad que cuenta para ese trabajo con un cuerpo de inspectores no policiales.

Tras la visita de Ballesta al mercado de La Fama y la ausencia de Policía Local (por cierto, en cuanto supieron que el alcalde estaba en esa zona fueron para allá) ha quedado una pregunda flotando en el aire. ¿Qué relación tienen el mandatario municipal y el concejal de Seguridad, Eduardo Martínez Oliva, responsable de la Policía Local? Algunos ya especulan sobre si hay una buena o mala conexión entre ambos y si en los planes del alcalde está quedarse sin camaristas en el horizonte. A buen entendedor, pocas palabras bastan. Por nadie pase.