Nada, que no hay manera. Llevo todo el mes de junio queriendo darme un chapuzón y no hay manera. Soy socio de toda la vida del Parque Rafael de la Cerda de Tentegorra, más conocido por muchos como Los Canales, y este es el primer verano que nos metemos en el mes de julio y no me he hecho unos cuantos largos en sus magníficas piscinas.

El caso es que cuando llamo no me dan ninguna explicación sobre el cierre y, si pregunto cuándo van a abrir, no sabe, no contesta. Que quizá en agosto. Será que están esperando a que se crucen los astros o a las lágrimas de San Lorenzo para iluminarse y poner el complejo de ocio con más solera de nuestra ciudad a disposición de todos los cartageneros que, al fin y al cabo, son los auténticos dueños de este espacio público, por mucho que lo gestionen los directivos de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla. Curiosamente, lo que sí te dicen en esa llamada indagadora es que no soy el único que está ansioso por la apertura del parque, porque reciben un bombardeo de llamadas diarias similares a la mía.

A falta de explicaciones oficiales, inaccesibles para el común de los mortales, circulan por esas redes sociales de Dios o, más bien, del diablo múltiples comentarios relativos a la cuestión de esta incomprensible clausura. Hay quien apunta que el miedo a posibles contagios en las instalaciones es el motivo que esgrime la actual dirigente de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla. De ser así, no solo es un argumento pobre, sino también absurdo y del todo insolidario. Partiendo del respeto a que el miedo es libre, si todos los políticos utilizaran sus temores para abordar este tipo de decisiones, todos los espacios públicos estarían cerrados. Y no es así. Ya han abierto numerosos museos, complejos públicos y privados y, en Cartagena, también se puede volver ya a visitar sus yacimientos, Teatro Romano incluido. ¿Por qué cerrar entonces Los Canales? Lo dicho, absurdo.

Aunque quizá es que no se han previsto las medidas de seguridad necesarias ante esta nueva normalidad, algo difícil de creer, cuando, al parecer, los técnicos de la consejería de Sanidad han inspeccionado el espacio y han dado el visto bueno. Digo al parecer, aunque podría poner presuntamente, porque otra vez debemos guiarnos por comentarios de supuestos amigos de supuestos trabajadores supuestamente 'erteados', que también esperan ansiosos la reapertura.

No es de extrañar que la cuestión haya llegado al ámbito de la política municipal, de la mano de MC, que preguntará los motivos que llevan a la presidencia de Canales del Taibilla a mantener el parque cerrado, privando, de este modo, a miles de cartageneros de una zona de esparcimiento y de ocio, señalan desde la formación política.

Por eso, precisamente, apuntaba también que este cierre es insolidario, pero no solo por eso. En un momento en que esta nueva normalidad impuesta por el Covid-19 obliga a limitar aforos tanto en espacios cerrados como al aire libre, prescindir de un lugar frecuentado diariamente por cientos y hasta miles de personas, supone favorecer las aglomeraciones en otros puntos, como las playas cercanas a la ciudad o en otras piscinas.

Comentan que quizá puedan abrir en agosto, con la esperanza de que la situación sanitaria vaya a mejor. Pero quién sabe si no irá a peor.

Señores mandamases del Taibilla, por favor, hagan lo posible por abrir su parque de Tentegorra. Quizá no han pensado que con sus puertas cerradas, en lugar de protegernos del Covid-19, lo que consiguen es lo contrario, exponernos más a él. Eso por no hablar de la de chapuzones contra el sofocante calor que nos estamos perdiendo.

Coronavirus aparte, el parque Rafael de la Cerda ha sido habitualmente el patito feo para la Mancomunidad de los Canales del Taibilla, es como si les molestara o les distrajera de su actividad principal, que no es poca cosa, ya que consiste en abastecer de agua a los municipios de la Región y de provincias vecinas. Aún así, no hay motivos para menospreciar o descuidar un espacio natural público de grandes dimensiones, todo un pulmón verde situado a unos pasos del casco urbano y, a pesar de todo, visitado por miles de ciudadanos. El caso es que las sucesivas presidencias de la Mancomunidad no han prestado al parque la atención que nos merecemos los cartageneros, que sí hemos respondido en las contadas ocasiones en las que se ha querido dar un impulso al complejo.

No creo equivocarme si digo que Tentegorra y su parque son nuestra joya de la naturaleza, pero tampoco si añado que sería nuestro tesoro natural, nuestro envidiado paraíso, si le dedicáramos un mínimo de cuidados y atención.

Y a los cargos públicos situados al frente de organismos públicos cabe recordarles lo que seguro que ya saben, que depositamos en ellos nuestra confianza para la gestión de lo que es nuestro. De todos, aunque no tengamos las llaves.