Impresionan año a año las cifras que se manejan de abandono de mascotas cuando se acerca el periodo vacacional. Impresionan pero no sorprenden, porque probablemente reflejen algo de la condición humana.

La irresponsabilidad, la insensibilidad, la falta de empatía con el otro, aunque como en este caso el otro sea un no humano, la frivolidad, la falta de asunción de las propias obligaciones, están detrás de esa inveterada y maldita costumbre de arrojar a tu perro a la calle cuando en verano molesta para los planes que tengas hechos. El resultado lo tenemos a la vista. Decenas de perros desorientados en las lindes de las carreteras, en los bordes de los pueblos, en las calles, en los caminos de huerta y en los bordes serranos. Buscando comida, nerviosos, sufrientes, sanitariamente en decadencia.

Quizás esas mismas mascotas hace poco hicieran las delicias de los niños de la familia. Poco importa. Nuestra capacidad para ese tipo de agradecimiento parece ser tendente a nula. Pero, un momento, ¿estoy generalizando? ¿estoy otorgando a la condición humana el carácter cruel común a los que abandonas sus mascotas? Pues parece que sí, y no es justo. Yo no abandonaría mis mascotas por la llegada del verano, ni por cualquier otra cosa, y estoy seguro de que la inmensa mayoría de quienes esto están leyendo tampoco. Entonces ¿a santo de qué este tópico que estoy usando de que es la condición humana la que refleja la práctica del abandono etcétera? En absoluto.

Rebobino, reseteo y me desdigo de lo anteriormente dicho. Son personas concretas las que cometen este desatino, personas una a una, más de las razonables pero concretas y específicas. Son mala gente, por tanto. Identificable y (ojalá) identificada. Son individuos sin escrúpulos, gente indigna, un ejemplo nefasto, personal e intransferible, de la irresponsabilidad, la insensibilidad, la falta de empatía, la frivolidad y la falta de asunción de las propias obligaciones.

Ya supongo que es complicado que los poderes públicos dediquen muchos medios a identificar a quienes abandonan sus mascotas. Es complicado, ya digo, y quizás comprensible que el fenómeno se escape a la capacidad de los poderes público para la vigilancia y el castigo. Sin embargo sí sería posible que a través de algo más de atención por parte de las Policías Locales y la Guardia Civil, a modo quizás de una campaña centrada en el tiempo, consiguiera identificar y sancionar a unos cuantos de estos propietarios de mascotas, darlo públicamente y mandar así un mensaje al grupo.

El abandono animal es una forma sutil y cobarde de maltrato. Hay formas más obvias y descarnadas que parece que siguen instaladas en determinados sectores de la sociedad. Es el caso de las peleas de perros, una de las actividades, por llamarlas de alguna forma, que aún subsisten en nuestro entorno en muchos más momentos y locales clandestinos de los que pudiéramos imaginar.

Esta sí es una práctica perfectamente investigable y que los cuerpos policiales no deben de olvidar ni un solo momento.