De pronto, la crispación quedó aparcada y este país se despertó asombrado. La palabra consenso, que ya se daba por liquidada, se recuperó. Incrédulos ante el aparente milagro, comenzaron las especulaciones sobre las razones de la súbita cordura. ¿Será solo porque el domingo 5 de julio hay elecciones en el País Vasco, y en Galicia, y los crispadores tienen mala prensa? ¿O para evitar que una eventual mayoría absoluta de Núñez Feijóo deje en mal lugar a Pablo Casado, de persistir en su 'no' a casi todo? Habrá ayudado, sin duda, que Inés Arrimadas comience a hacer política, aun con pocas piezas en el tablero; sus movimientos incomodan al PP que podría perder electorado moderado. Y de paso irritan a Esquerra Republicana, que entra y sale de la mayoría que sostiene al Gobierno. Como escribe Enric Juliana, «los pocos votos de Ciudadanos, con Esquerra cabreada, en Madrid puntúan doble».

El clima político, radicalizado e improductivo, estaba haciendo demasiado daño. Veteranos como Felipe González, Miquel Roca y Mariano Rajoy, salieron a pedir sensatez. De Aznar se echó en falta una declaración similar. Las encuestas reflejaban un hastío de la sociedad civil hacia la política que resultaba corrosivo para la democracia. Y de pronto, los partidos decretaron un descanso en sus riñas y en el Congreso se tomaron acuerdos por amplias mayorías que incluían a PSOE y PP. En privado, nacionalistas e izquierda admiten que temen un refuerzo del bipartidismo, roto desde hace cinco años. Atentos a esa posibilidad que ya apuntan los sondeos. Por ejemplo, el de Sigma 2 que presentó el programa 120 minutos de Telemadrid: ganaría la popular Isabel Diaz Ayuso, baja algo Vox, sube también el socialista Ángel Gabilondo, se reequilibraría el voto más a la izquierda entre Podemos y Más Madrid, y se quedaría en la mitad de diputados Ciudadanos. Normal esto último, porque la votación en las autonomías fue el 26 de mayo, antes de su debacle del 10 de noviembre. Pero aún así, Ciudadanos conservaría la llave de la gobernabilidad y podría sumar a su derecha o a su izquierda. Y las llaves de Gobierno en manos de Arrimadas no parece que sean para tirarlas al mar.

Pero el milagro acaecido (que ya veremos cuánto dura) también tiene explicación fuera de la vida de los partidos. Estaba la Comisión parlamentaria de Reconstrucción convertida en un circo de agresiones verbales, cuando el empresariado, por sorpresa, convocó a los cien principales directivos del país dispuestos a diseñar la recuperación económica. A los pocos días, PSOE y Podemos empezaron a aplazar sus anteproyectos de ley más radicales, aunque figurasen en su Pacto de Gobierno. Todo indica que deberán suavizar otros; quizás la necesaria ley de teletrabajo en la que pretenden cargar costos que a los empresarios les parecen exagerados. Por si acaso, Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, reforzado desde la cumbre empresarial, ha lanzado una advertencia: según como sea esa ley, se contratarán empleados fuera. Para entendernos, igual que existen centros de atención telefónica situados en Tánger y Buenos Aires, hay profesionales que pueden prestar servicios desde México, o llevar empresas a Portugal.

Quizá estemos ante una tregua política efímera. Pero se hace política y algo serio se mueve en el escenario tras tanta pérdida de tiempo.