No les reprocharé que ustedes se sientan devotos del progreso, inmersos en la sociedad de la información, integrantes de un mundo globalizado en que las nuevas tecnologías, los avances en ingeniería genética o en robótica nos hacen creer que caminamos con decisión hacia un futuro alejado de los miedos y pesares que ha sufrido la humanidad en otros tiempos.

Pero no se confíen, que ciertos asomos y señales nos advierten que no estamos a salvo de un inesperado regreso al pasado de epidemias, hambrunas y crueldades de una Edad Media oscura, sumida en supersticiones y falsas creencias, en devociones y ocupaciones sombrías e inquietantes, en una atmósfera milenarista en que tentaciones y penitencias, fervores y persecuciones religiosas condenaban al género humano a una lucha permanente entre el Bien y el Mal, a las puertas del Juicio Universal.

Díganme si la acerada controversia acerca de la depilación de las axilas y el rostro de las mujeres, en que se implican políticas de indudable nivel ( Montero, Colau, Olona?), artistas y presentadoras de televisión, no es un buen ejemplo de la disputatio escolástica medieval, que nos retrotrae a la imagen de la mujer barbuda del arte y las casetas de feria, en competencia directa con el hombre lobo y otros especimenes machistas de pelo en pecho, cuando creíamos que lo de ahora era la depilación integral o, en su defecto, la brasileña.

Lean ahora la carta que, en secreto y fuertemente sellada, ha dirigido el Instituto de la Mujer a un pequeño empresario que fabrica placas para identificar habitaciones de niños («Aquí duerme un pirata») y niñas («Aquí duerme una princesa») tras recoger un denuncia anónima, como aquellas que delataban ante la Inquisición las prácticas heréticas de juadaizantes y brujas, invitándole a que se 'reconcilie' con la doctrina oficial abominando de los 'roles estereotipados y discriminatorios'. Misiva inquietante que se cierra con la solicitud de que se tengan en cuenta las observaciones y un inapelable «quedo a la espera de su respuesta».

Oigan finalmente al prestigioso presidente de la universidad privada a la que llevan ustedes, tan progresistas, a sus vástagos, que en uno de sus iluminados sermones, pleno de rigor científico, ve como esclavos y servidores de Satanás a los que buscan antídoto contra la pandemia, siniestros ejecutores de las fuerzas oscuras del mal, servidores del Anticristo que quieren usurpar el nombre de Dios, mentes perversas que aspiran a controlar nuestra libertad con el perverso chip que incorpora la vacuna.

Detalles estos que rezuman pensamiento único, anatematización de los discrepantes, creencia en viejos hábitos y en bulos y supercherías, como si volviéramos a aquellos tiempos en que los pocos unos dictaban a los muchos otros lo que hacer con sus almas, axilas y haciendas.

Les digo esto mientras oscurece, no se sabe si en el mundo todo o solo en el aposento en que escribo, mientras recuerdo con Berceo que «escribir (y vivir) en tiniebla es un mester pesado».