Ahora que acaba o se pospone el confinamiento, ahora que parece, salvo algunas mascarillas, geles hidroalcohólicos y 'distancias sociales' que salimos a la vida, me recuerdo sobrellevando la cuarentena.

Me pienso con suerte, no estoy en algún grupo vulnerable, aún me queda un año para los 60, no tengo afecciones graves, por fortuna, aunque las tuve; hasta practico un poco de yoga, algo de montañismo y algo de senderismo; por esto, o porque tiendo a la temeridad, miedo al virus, sentido de miedo, no tuve, ni he conseguido meterme. Sin embargo, tuve pánico a estar aislado, mi verdadero y mayor problema era cómo llevar el enclaustramiento, como sobrevivirlo.

Pienso en quienes, como yo, veían que su mayor mal no venía del virus, peligro asumido, sino por el temor a no poder engañar con esporádicas relaciones sociales a nuestra falta de compañía; por la angustia de superar esa forzada vida ermitaña, aun cuando sin rezos; por el vértigo a no poder evadirte, ni escapar de esa soledad, sellada por decreto de estado de alarma.

Me imagino a una mujer con el mismo, o incluso mayor, temor al encierro, a la soledad para afrontar ese aislamiento preventivo que, gozando de una excelente salud y buenas costumbres y hábitos saludables, percibiera ese temor de forma todavía más acrecentada, quizás por distar una decena larga de años de la barrera de edad, en la que sentirse en alto riesgo; teniendo, por ello, otra mirada sobre cómo sentir la pérdida de libertad, la incomunicación y los riesgos de la pandemia.

La ideo, por ejemplo, coincidiendo poco antes con un hombre con similares temores, que juntamente sintieran mutua atracción, y que, dejándose llevar por ella, hubiesen buscado el encuentro para vivirlo y disfrutarlo, una, dos y alguna vez más. Me pienso que también antes, como una constante, algo rompía esa relación, una cosa no menor, insalvable desde la perspectiva de ella. Una forma distinta de vivir la relación, de cómo encarar la soledad. Quizás, podría ser que esta cosa insalvable fuera el hecho de que hubiese otra mujer, en una relación con él, marginal, paralela, aún sin suponer una relación formal, tampoco informal; ya que no está tan claro, o yo no sabría decir muy bien qué es lo formal, o qué es lo informal hablando de pasiones, amor, ternuras, sexo, cariños, roces, caricias.

Los siento en ese acuartelamiento en casa a golpe de decreto. ¿Qué tal estás?; el aislamiento ¿cómo lo llevas?; el enclaustramiento: ¿trabajas desde casa?; la soledad: ¿qué tal tu familia? ¿y las amigas? ¿y los amigos? Al principio, cinco días desde la primera llamada; un poco después, no alcanzando a pasar un día de cada cinco sin llamada. Llamada a llamada, compartiendo temores, analizando conspiraciones y visiones sobre errores, aciertos, causas y efectos, coincidiendo y compenetrándose bastante en «lo que necesita esta sociedad», «lo que habría que hacer en este mundo para poder vivir»; un alivio para la falta de compañía, y mucho gusto, también; momentos donde se olvidaba la ausencia de más habitantes en casa, mientras volvía la atracción, el agrado por el otro, por la otra.

No hace falta imaginar, idear o pensar lo evidente, ella escapándose a casa de él, durante la primera prórroga, era necesario, inevitable, pura supervivencia para no perecer de soledad; tan sólo ajustar alguna data para establecer el momento exacto. Imagino, por indudable, a él devolviendo la cortesía en la siguiente semana, y que, en una inesperada escapada, ella le tomara ventaja devolviéndole la atención, junto con las esperanzas y el sentido de la vida en plena privación de libertad.

Veo que de repente, en un cambio de fase en la que ya se puede empezar a respirar fuera del hogar, cuando las restricciones comienzan a levantarse y las relaciones extra individuales vuelven a darse, tímidamente, con "distancia social", chocando codos, y, si es una hija, un hijo, un padre, una madre, hasta un abrazo enmascarillados; quizás un feo gesto de él, quizás que ella supiera que, aún sin encuentros, la otra mujer sigue en la cabeza, quizás que volvió la constante, de repente ni una nueva atención, ni un cómo estás.

Me recuerdo confinado, enclaustrado, encerrado, aislado, sin familia, sin amores, sin amor, 'solidariamente' sin libertad, y aún no sé cómo pude sobrevivir, si no llego a disfrutarte en viedeollamadas, muy bonicas, algunas sensuales...