Dice el refrán que «la venganza se sirve en plato frío», y es exactamente lo que ha hecho el ex asesor de seguridad nacional de Donald Trump, John Bolton, publicando un libro que desnuda al presidente republicano.

Mucho más 'halcón' que Trump, pero infinitamente más inteligente, Bolton fue despedido el pasado septiembre por su jefe tras numerosos desencuentros entre ambos por la política a seguir frente a Venezuela, Irán o Afganistán.

En su libro, titulado The Room where it happened (La sala donde sucedió), cuya publicación en EE UU trata de impedir el presidente, Bolton muestra con ejemplos concretos algo que ya sabíamos: la afición de Trump a los autócratas y dictadores, su olímpico desprecio de la Constitución y su profunda ignorancia.

Según lo publicado ya por algunos medios estadounidenses, Bolton revela, por ejemplo, que Trump pidió a su homólogo chino que le ayudase a ganar las próximas elecciones impulsando la compra a EE UU de soja y trigo, lo que beneficiaría a los agricultores norteamericanos, sector donde el presidente tiene un importante granero de votos.

Trump no sólo le comentó además a Xi Jinping lo buena que era la idea de eliminar los límites al número de mandatos presidenciales, como el que existe en EE UU, sino que elogió la construcción por las autoridades chinas de campos de concentración donde el régimen comunista mantiene recluidos, según algunas informaciones, hasta un millón de uigures musulmanes.

Revela también en su libro el vengativo exconsejero que Trump creía que Finlandia formaba parte de Rusia y que le parecía 'estupenda' la idea de invadir Venezuela ya que, según él, el país suramericano es «realmente parte de EEUU».

Ha coincidido la noticia sobre las revelaciones de Bolton, un halcón al que tuve ocasión de conocer personalmente en la sede ginebrina de la ONU mientras maniobraba para que los países africanos condenasen a Cuba por sus violaciones de los derechos humanos, con mi lectura de un libro escrito al alimón por Ivan Krastev y Stephen Holmes y que lleva el título de La luz que se apaga (editorial Debate). Es un ensayo que me gustaría recomendar muy vivamente a quienes se interesen por lo que sucede actualmente en los países excomunistas y en la Rusia de Putin con el auge del populismo y de lo que se ha dado en llamar las democracias 'iliberlales', pero que, en mi opinión, ofrece también un excelente diagnóstico de la visión que tiene Trump del papel de su país en el mundo actual.

En el mundo entre hobbesiano y darwinista en el que sólo cree Trump, Estados Unidos no debe preocuparse del bienestar de los demás (sean o no aliados) sino que su único objetivo debe ser siempre conseguir las máximas ventajas en cualquier negociación en que se embarque desde su posición de fuerza.

Trump no distingue, argumentan los autores, entre países que respetan o, por el contrario, violan sistemáticamente los derechos humanos. En su particular visión, Estados Unidos no debe ser «ese faro de libertad y justicia que ilumina al mundo», algo que ha formado siempre parte de la ideología de sus gobernantes, ya fuesen republicanos o demócratas

Para Trump, que ha tirado prácticamente por tierra los acuerdos firmados por sus predecesores (el de París sobre el cambio climático, el nuclear con Irán o los de limitación de armamentos), Estados Unidos es un país tan carente de principios, tan amoral como cualquier otro, y no debe pretender ser ejemplo para nadie.

Con su abandono de la doctrina del 'excepcionalismo' norteamericano, que ha marcado siempre la política exterior de la superpotencia, Trump demuestra ser (se le ocurre a uno) menos hipócrita que muchos que le precedieron en la Casa Blanca. Pero esa guerra de todos contra todos que preconiza convierte por desgracia al mundo en mucho más peligroso.