Y llegó el día. Adiós estado de alarma, adiós silencio, hace semanas que te echo de menos, adiós miedo, adiós cifras de fallecidos, adiós a los aplausos y los balcones, aunque en mi barrio en Madrid, no todos los días, pero algunas tardes a las ocho, los aplausos vuelven. Hola volver a casa, reencontrarme con familia y amigos, hola barras de bar, hola prudencia, hola respeto, hola nueva realidad que no conozco, hola a lo que venga, porque de algún modo todo lo que viene es nuevo.

Estoy feliz por el reencuentro, aunque reconozco que tengo algo de vértigo. ¿No les ha pasado que esperan que suceda algo con muchas ganas y cuando por fin llega el día te quedas paralizado? Pues un poco así me siento. Esta semana en mi montaña rusa de emociones permanente me acordaba de Martín, un compañero de la carrera que me decía: « Unzu: ¿vamos a estar en la cárcel y con miedo?». Y la respuesta es, sin duda, no.

El maldito bicho ha parado el mundo, nos ha demostrado que no somos inmortales, nos ha hecho daño, un daño cruel y desgarrador que hemos contemplado con dolor desde el sofá de casa, viendo como miles de familias no podían despedirse de sus seres queridos y miles de ancianos morían solos en residencias desbordadas, sin ayuda, sin protección, sin una mano que les sujetara fuerte y los mirara con amor. Todo esto ha pasado, aunque echemos la vista atrás y no nos lo creamos si nos paramos a pensarlo. Aún recuerdo que el tiempo pasaba lento, muy lento, mi estómago se encogía sin ganas de nada y la angustia se apoderaba de mí. Pienso en cómo es posible que muchos ya lo hayan olvidado porque yo les prometo que tardaré en hacerlo o quizás no se me olvide nunca.

Pero hoy toca mirar hacia adelante con optimismo, hoy es un día de muchos reencuentros, de lágrimas de emoción, de sonrisas, aunque sean a través de una mascarilla. Hoy toca dar un paso más y seguir en esta maldita desescalada hasta que todo acabe de verdad. Hoy toca mirarse a los ojos de cerca con las personas a las que quieres, hoy toca ser un poco más feliz, haciendo un poco más felices a los que has y te han echado de menos.

Y mientras la vida continúa desescalando, las calles vuelven a llenarse de gente y las barras recuperan los codos que durante horas les hagan compañía entre risas y cervezas, la actualidad sigue dejándome con la boca abierta y, lo mejor, últimamente sacándome grandes carcajadas.

Menudo 2020, poca broma.

La semana pasada no vi venir lo de Milley Cyrus con el presidente Sánchez a golpe de tuit, hablando de trabajar de manera conjunta por la lucha contra el racismo; yo solo podía acordarme del maravilloso vídeo de la Cyrus subida medio desnuda en una bola de demolición, chupando un martillo. Y mientras en mi cabeza todavía sonaba I came in like a wrecking ball, I never hit so hard in love, la teoría de la conspiración sobre la pandemia, los microchips, el 5G y los antivacunas cobraban fuerza.

Ya teníamos claro que Miguel Bosé dormía con gorrito de papel de plata para ahuyentar a los malos, pero Don Diablo no está solo y esta semana ha entrado en escena Bunbury subiéndose al carro de la polémica, apoyando la teoría de la conspiración. Ambas estrellas de la música creen firmemente que Bill Gates quiere controlarnos a través de microchips que nos inyectarán cuando se descubra una vacuna. ¿Qué fumará esta gente? Miguel, Enrique, ¿qué será lo próximo¿ apoyar el terraplanismo, el hombre no fue a la Luna?

Me cuesta creer que personas que considero inteligentes se dejen arrastrar por absurdeces semejantes; además, creo que como personajes públicos con tantos seguidores en todo el mundo, tienen que ser responsables con los mensajes que lanzan. Me parece genial que cada uno tenga el pensamiento político conspiranoico que quiera, pero, por favor, que alguien les quite las redes sociales, porque más fuertes no vamos a salir de esta, pero más tarados, algunos, no lo dudo.

Y ya que hablamos la teoría conspiratoria, Murcia una vez más ha abierto telediarios con un señor añadiendo como enemigos al 5G, las fuerzas del mal, el Anticristo y cómo quieren controlarnos con un 'chis'. Qué maravilla, ¿no creen? Respeto la religión y la fe católica, pero que el máximo responsable de una universidad diga que (canten conmigo) «las fuerzas del mal quieren controlarnos con un chis» es de traca. Pero lo mejor estaba aún por llegar. El intermedio, programa por supuesto de adoradores del diablo, sacaba la canción del verano a ritmo del chis, y uno de mis mejores amigos, Enrique Olcina, ha tenido la ocurrencia de grabarse bailando a lo yeyé la canción. Su ocurrencia se haa hecho viral y tiene su propio hashtag, #Chislider. Enrique, estamos perdiendo dinero. Me declaro tu mánager desde ya y empiezo a preparar la gira por Soria. Sin duda la canción y su coreografía la podemos encumbrar junto a los grandes hits del verano como el Aserejé. Y, sinceramente, no creo que haya un cierre mejor a la desescalada que esta obra de arte hecha canción y tu baile, Bravo, amigo. El humor ese que tanto nos ha faltado en esta pesadilla irrumpe gracias a tu genialidad, para sacarnos una gran carcajada y que movamos el cuerpo algo oxidado de estos meses encerrados.

Si la nueva normalidad es bailar «las fuerzas del mal quieren controlarnos con un chis», yo me apunto.

Ojalá fuera todo tan divertido y tan fácil, pero me temo que no. Ojalá con el estado de alarma, el miedo y el dolor también se fuera el ruido de unos contra otros, el odio y la falta de diálogo. Ojalá trabajáramos todos a una para salir de esta, ojalá se acabaran las faltas de respeto y el debate bronco entre sus señorías que no ven más allá de sus egos.

A pesar de todo esto, nada empañará estos días los reencuentros con la familia, con los amigos, con las raíces, el olor al suavizante de la ropa que utiliza mamá o la colonia Álvarez Gómez de papá. Mi sobrina Elena gritando «tíaaaa» desde la entrada de casa, o mi sobrino Chema sin hablar, sonreirá y con los ojos me dirá que me quiere. Yo me quedo con esto y con el parecido que estos días de vuelta a casa, tienen al día de Nochebuena, a la película Love Actually y su final de reencuentros en un aeropuerto por Navidad: de fondo suena la canción de los Beach Boys, God only knows, mientras escenas reales de abrazos inundan la pantalla.

Eso sí, en nuestra nueva normalidad algo ha cambiado y es quizás de las cosas más dolorosas que puede haber: reencontrarte con las personas a las que amas sin poder tocarlas, olerlas, sentirlas cerca. Espero que esto nos haga entender que, aunque no queramos creerlo, la vida nos ha cambiado, y todavía esta pesadilla no ha terminado.

Sigan cuidándose, porque las fuerzas del mal quieren controlarnos con un chis.