Cuando algo me duele realmente no tengo palabras. Cuando algo oprime fuerte mi corazón es como si se cerrase con mil llaves el cajón de las letras y ya hace más de dos semanas que no escribo.

Me duele La Tierra, me duele la casa del vecino y me duele el que no tiene casa. Me duele que se mire, se trate y se considere diferente a alguien por su lugar de nacimiento, por el color de su piel o de sus ojos o por el blanco de sus dientes, por su talla, por su 'género', por su bolsillo, por su atuendo, por el número de sus apellidos o por quién se mete en su cama. Me mata el múltiple rasero y la mirada única y con orejeras a conveniencia.

No puedo comprender que no se defienda o se desee la justicia social. No asimilo que no todos deseemos un mundo mejor para todos. No cabe en mi cabeza que a alguien le parezca mal que se ayude al que más lo necesita. No entiendo que alguien esté en contra de que todos tengamos dónde vivir, qué comer o con qué vestir.

No concibo que se traten de perpetuar diferencias y privilegios, que se nieguen oportunidades a quien nació en el lugar donde se negaron las oportunidades. No entiendo justificar una injusticia con el argumento de que siempre fue así y sentenciar, además, que siempre lo será.

Se escapa a mi entendimiento que alguien mire solo a su propio ombligo o que se anteponga cualquier otra cosa a las personas y a cubrir sus necesidades básicas.

Temo a aquellos cuyo dios es el dinero o el poder y son capaces de lo que sea para obtenerlo o conservarlo. Asisto horrorizada a la manipulación y la mentira, a la siembra del miedo y el odio. Me produce escalofríos la falta de empatía y la justificación de lo injustificable.

Se me para la sangre cuando veo atacar, culpar y perpetuar a las víctimas y justificar, defender e idolatrar a sus verdugos. Me da auténtico pavor cómo ensalzamos y hundimos tan a la ligera o relegamos al prójimo al inframundo de una manera tan caprichosa, insensata y veloz.

Me produce terror la facilidad con que calan ciertos discursos, cómo se corren rumores y falsedades como la pólvora y lo rápido que arde un bosque que debería darnos oxígeno y vida.

Me resulta realmente desolador cómo se apela a nuestros más bajos instintos, cómo se busca despertar nuestra parte más básica y animal, cómo se trata de convertirnos en borregos, adeptos, forofos y lacayos y lo bien que funciona.

Me muero de pena al ver cómo se busca el enfrentamiento y cómo no somos capaces de hacer equipo si no es para enfrentarnos a otros.

Me sorprende y me espanta que alguien se sienta capacitado y con derecho a ser 'amo' y que oprima al 'esclavo' y aún más, que aquel sea respaldado por otro 'esclavo', buscando el beneplácito de ese poderoso que no dejará de mirarlo con desprecio y como a alguien inferior y desechable.

Me escandalizan los lavados de imagen, la falsa caridad, los '"y tú más' y la impunidad de los actos de ciertas manos.

Sé que esta visión pesimista es injusta.

Sé que en mucho hemos avanzado.

Sé que hay personas capaces de mover el mundo.

Y sé que, al final, ganan los buenos, pero... ¿falta mucho?