En Madrid vivimos miles de murcianos. Seguramente decenas de miles, pero no controlo el dato. Es más fácil desarrollarse profesionalmente en el infinito mundo de posibilidades de toda una capital europea que en nuestra capital de provincia, por mucho que en calidad de vida nos miremos de tú a tú.

Hay países que tienen convenios bilaterales con España por los que si adquieres su nacionalidad no tienes que renunciar a la española. Uno, por ejemplo, puede ser colombiano y español al mismo tiempo, sin desistir de ninguno.

En Madrid ocurre lo mismo. Desde el día en que uno atraviesa la M-30 se convierte en madrileño. No por obligación, ni por imposición, ni por presión social. Se convierte en madrileño porque Madrid es así. Es la ciudad a la que uno va para que le dejen en paz. A nadie le importa de dónde seas, ni por qué has llegado, ni si piensas irte o sólo estás de paso.

Madrid es la libertad de estar en el centro del mundo y sentir cada rincón como si fuera casa. Cualquiera de los que haya tenido la oportunidad de vivir en algún momento de su vida ahí, o que tenga hijos, hermanos, sobrinos o primos que se hayan ido a estudiar o trabajar sabe que Madrid es el epicentro de la España libre. De ciudadanos iguales a los que no se les piden ocho apellidos castizos ni tener RH negativo. Sólo ser de Madrid, condición que se adquiere con pisar una de sus calles por primera vez.

Los madrileños de Murcia, al contrario que los murcianos que viven en Barcelona o incluso en Valencia, somos tan murcianos como el que más. No hemos tenido que renunciar a ninguna costumbre, ni a ninguna forma de hablar, ni nadie nos ha mirado con cierto aire de superioridad por haber nacido en lo que alguno de ellos calificaría como la España profunda. En Madrid a nadie le importa de dónde seas porque nadie es tan madrileño como todos los que vivimos ahí.

Ser murciano en Madrid es tener la suerte de convivir con los madrileños nacidos en el resto de España sin que nadie se sienta extranjero en su tierra. Porque Madrid, aunque la vivamos empadronados o en un hotel para ir a ver El Rey León a la Gran Vía, es tan nuestra como suya.

Por eso, porque ser murciano en Madrid es ser libre por obligación y feliz por elección, es tan profundamente injusto que en las últimas semanas haya ciudadanos de esta Región que repudien a los madrileños como si fueran agentes infecciosos, culpables de la masificación de nuestras playas o insolidarios con lugares como Murcia.

Los madrileños, que seguramente serán murcianos, vascos, castellonenses o salmantinos, llevan años viniendo a la Región a sentirla cada verano al menos tan suya como nosotros sentimos Madrid. Y gracias a ellos somos una potencia turística nacional, y gracias a ellos en las calles del centro de Madrid se puede tomar caldero y beber Estrella de Levante sin hacer demasiado esfuerzo por encontrarlos.

Murcia es una extraordinaria Región, que se encuentra en un extraordinario país en el que tenemos el orgullo de tener una capital inmejorable, que es Madrid. Que Murcia, que los murcianos ataquemos a los madrileños es injusto con ellos, pero sobre todo lo es con nosotros.

En Murcia nunca estuvimos hechos para atacar a la libertad. En todo caso, para envidiarla.