La puerta lateral de la Alcaldía de Murcia se cerró el viernes y en la escalera principal de la casa consistorial de la Glorieta se puso un cartel de prohibido pasar. Una señal clara de que los populares de la capital se han atrincherado en sus aposentos administrativos y no están dispuestos a ceder en la crisis de Gobierno que se ha suscitado entre la pareja que el sábado cumplió su primer año de matrimonio-pacto y que nadie celebró con champán y fresas.

Lejos quedan los focos y las sonrisas con las que el alcalde de Murcia, José Ballesta, y el líder municipal de Ciudadanos, Mario Gómez, se prometieron un ‘amor’ que tampoco se ha materializado. Y por ambas partes. Los desplantes y los menosprecios por parte del PP hacia sus compañeros de viaje ha sido la tónica constante en este primer año de mandato y la queja continua la principal baza de los de Cs para hacer entrar en razón a sus socios de gobierno.

En estos momentos, la situación tras el acuerdo de los naranjas con el PSOE y Podemos ha llegado a un punto muy crítico con la intervención de las direcciones de ambos partidos que tratan de calmar los ánimos. Ballesta quiere la cabeza de Gómez, e incluso ha anulado de nuevo la junta de gobierno con lo que eso implica de desgobierno, una fina ironía. Por su parte, el concejal de Fomento y primer teniente de alcalde (la figura de vicealcalde no existe en el municipio de Murcia) no está dispuesto a claudicar y ha salido vivo de la reunión que mantuvo hace unos días con los alcaldes pedáneos naranjas, en un claro gesto de poder local que supone un impedimento para que sus superiores le obliguen a dejar el acta de concejal.

El edil naranja ya ha enviado un informe sobre la gestión que ha hecho el PP a lo largo de este primer año con detallados ejemplos sobre las actuaciones que en nada han buscado el consenso y unidad de acción, uno de los postulados del acuerdo entre ambas formaciones. Gómez y sus concejales naranjas se verán las caras hoy con parte de la dirección regional de Ciudadanos que quiere una salida por las buenas.

Llegados a este punto se pueden producir varios escenarios, dependiendo de lo que haga uno y otro jugador en el tablero. Si Gómez dimite y se va a su casa, entraría en la corporación el siguiente en la lista de Cs. El único problema es que los otros tres ediles de los naranjas: Paqui Pérez, Pedro García Rex y Juan Fernando Hernández, también firmaron el acuerdo con PSOE y Podemos. Qué harán, ¿seguirán la estela de Gómez y se marcharán? ¿Permanecerán apoyando al PP con un nuevo concejal? ¿Se pasarán al grupo mixto? En este último caso, Ballesta estaría obligado a echarse en los brazos de Vox, un partido que tiene en sus filas a importantes y destacados miembros que han comparado, sin querer, al alcalde de Murcia con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Afirman en privado que en la capital de la Región está pasando lo mismo que en Barcelona: hay menas, inseguridad ciudadana, subida de impuestos, etc.

Lo mismo ocurriría -echarse en los brazos de Vox- si Gómez se pasa al grupo mixto. A Ballesta le faltaría el voto de un concejal para seguir con la mayoría absoluta, aunque también podría expulsar a los de Cs y gobernar en minoría. Esto último sería un riesgo de alto voltaje y dejaría la puerta abierta a la moción de censura.

En conclusión, a ambos contrincantes les conviene arreglar el desaguisado que han montado cuando tocaba revisar el pacto de gobierno, de cuyo cumplimiento no se ha hablado, de momento, en las reuniones mantenidas. Eso se hará en un segundo encuentro, que se llevará a cabo en unos días. Cuando chequeen los 17 puntos se darán cuenta que el grado de cumplimiento deja mucho que desear.

El pacto hace aguas. El primer punto del pacto para el desarrollo de la transformación del municipio ‘Murcia 2030’ abogaba por desarrollar una política fiscal para ser una de las capitales de España en la que menos impuestos paguen las familias, algo que no se ha producido. Todo lo contrario. Los grandes tributos han subido como mínimo el IPC y no se ha avanzado mucho, por ejemplo, en la devolución de las plusvalías. Tampoco se ha cumplido el apoyo a las juntas municipales, que están como pollo sin cabeza sin coordinación y sin saber claramente lo que pueden o no hacer. Una especie de reinos de taifas en lo que cada alcalde pedáneo hace lo que puede o lo que quiere.

La Oferta Pública de Empleo prácticamente no se ha «calendarizado», como rezaba el punto 5 del pacto, y la que hay es de 2015, la última en iniciarse aunque ahora está paralizada por una denuncia y tiene a más de 40.000 personas que presentaron la solicitud sin saber qué pasará. La misma suerte han corrido los aspirantes a Policía Local. Hay 64 plazas esperando a realizar las pruebas físicas, tras la Covid-19, aún no se sabe nada. Lo que sí es un hecho es que la plantilla de policías va cada año a menos (en dos décadas han pasado de unos 800 efectivos a casi la mitad).

Los puntos del pacto relativos a combatir la pobreza y a facilitar la conciliación de la vida laboral y familiar siguen inalterados a la espera de tiempos mejores, al igual que facilitar a los autónomos, emprendedores y pymes de Murcia el acceso a los contratos municipales. Y uno que provoca la carcajada por cómo está el transporte público. Repasen el punto 11: «Desarrollaremos un Plan de Movilidad Municipal, que acerque el transporte público a todos los ciudadanos con más frecuencias, más económico, moderno y sostenible». Por nadie pase.