Este desgraciado confinamiento ha tenido la parte positiva de traerse en la mochila un comediscos con canciones que creía en la memoria profunda. Una de ellas es la copla que hizo de cabecera de la serie Al salir de clase. Es verdad que ni la letra ni la música remueven la entraña, porque me volvieron a parecer una cadena de tópicos y un lugar donde la niñez se convierte en ñoñez. Pero recordando que eran capítulos con muchos desencuentros, idas y venidas, palabras llenas de incendio y sentimientos vomitados desde las tripas, he caído en que esta serie pertenece a la generación de quienes dedican su tiempo y nuestro dinero a desatar la lengua en el Congreso y posteriores ruedas de prensa.

He llorado y reído a la vez/deshojando cien mil fantasías./Corazones al viento, promesas sin fe/y un examen diario en la piel.

¿Se habrán preguntado Sus Señorías lo que pensamos aquí fuera, cuando vemos cada semana un nuevo episodio de Al salir de clase, en modo talluditos y talluditas? Es como si hubieran contratado a los guionistas en los gabinetes de comunicación de los partidos y los soltaran a ver qué parida nueva se inventan, que la gracieta suene como un trueno en el Hemiciclo, se cuele en las redes y se haga viral entre los estorninos que las jalean. Me es indiferente quién o quiena tenga la ocurrencia. Las personas que se acercan a la tribuna para soltar metralla dialéctica, en vez de ponerse de acuerdo y darle un poco de paz a la gente de la mascarilla, no deben tener en cuenta cosas tan simples como escucharse.

Si ideologías equidistantes como las de Santiago Carrillo, Dolores Ibárruri, Fraga, Adolfo Suárez, Miquel Roca o Felipe González y Alfonso Guerra supieron encontrar una vereda para caminar por el consenso, ¿qué les pasa a los herederos?

Aprendiendo a volar para sobrevivir/el destino traerá las llaves del porvenir./Aprendiendo a soñar sin tener que mentir.

Nuestro destino parece marcado por personas que han decidido ser esclavos de sus palabras, retorciendo cada argumento hasta deformarlo, para que no lo reconozca ni la madre que lo parió. En la calle, la gente sigue trabajando, abriendo la reja de sus negocios y conduciendo la furgoneta o la moto de reparto con la intención de levantar sus vidas. Los profesionales de la salud y quienes nos protegen desde el uniforme andan exhaustos. Los hemos puesto a prueba y han ido a la pelea sabiendo que muchos se quedarían para siempre en el recuerdo de sus hijos. El personal está de muy mala leche en estos días, a pesar de la cervecita en la terraza, el paseo marítimo y la visita a su padre en la residencia. Los cargos electos se están convirtiendo en cargas electas, porque interpretan desde el postureo el papel de adolescentes de serie, en vez de madurar de una vez y sacar adelante el sentido común, para que los que los hemos votado dejemos de vivir en la incertidumbre y arranquemos el motor de la esperanza.

Nunca suelo aprender la lección (?) y el reloj marca siempre el adiós, nuestro adiós.

Nos quedan tres años de Legislatura. Al salir de clase estuvo en antena cinco temporadas. De ahí salieron artistas como Elsa Pataky, Lucía Jiménez, Rodolfo Sancho, Miguel Ángel Muñoz o Hugo Silva. No prometían mucho al principio, pero mira luego. Es verdad que todavía no entiendo lo que dicen algunos, porque siguen hablando hacia dentro. Lo mismo la cosa mejora con el tiempo. Qué sabe nadie.

Codazos cordiales.