"Que el blanco sea blanco, que el negro sea negro, que uno y uno sean dos, como exactos son los números. Depende».

Algunas letras de las canciones de Pau Donés eran repetitivas, martilleantes se podría decir, incluso podrían parecer ridículas en una primera escucha, pero son tremendamente pegadizas y, lo mejor es que, cuando te detienes a pensar en lo que dicen, reflejan un mensaje sencillo y directo, aunque de gran profundidad, un mensaje lleno de sentido, de sentido común.

Se ha ido uno de los grandes del pop español de las últimas décadas y se ha ido a lo grande, transmitiendo alegría en su dolor y, sobre todo, otorgándole a la vida el valor que tenía, para aprovechar al máximo el hoy y ahora. Para Pau no existía el pasado ni el futuro, solo el presente para disfrutarlo a tope. Además, ha demostrado que para ser una leyenda de la música no tienes que morir de forma prematura tirado en un portal al que te arrastren tus debilidades, sino que también puedes serlo afrontando un final cruel con una sonrisa y esos ritmos rumberos que invitan a bailar en tantas de sus canciones.

Muchas de sus letras son una lección de vida tan intensa como la que nos ha dado sobre cómo enfrentarnos a la muerte. Porque para Pau las cosas no eran blancas o negras, ni todo era exacto, sino que depende de según cómo se mire.

Y así debemos mirar las cosas, a través de nuestro propio cristal, con un criterio propio, y no arrastrados por lo que nos quieren enseñar, lo que nos impongan las corrientes de moda, ni por un supuesto buenismo absurdo y engañoso que nos marca cómo debemos actuar, lo que es correcto y lo que no.

Cualquiera con dos dedos de frente condena que un policía mate a un joven de la raza que sea asfixiándole por aplastarle el cuello con la rodilla. Entiendo y apoyo incluso que se organicen protestas por algunos comportamientos racistas de algunas personas, pero no podemos perder el norte y no podemos permitir que esas protestas, en un principio, del todo legítimas y comprensibles, se conviertan en un nuevo problema

Desgraciadamente, en este mundo existe el mal, existe gente mala y malvada, racistas, asesinos, corruptos que agreden a los demás, pero no debemos perder el norte. Entiendo que, a pesar de su presidente y sus estúpidas y lamentables salidas de tono e irresponsabilidades, la inmensa mayoría de la sociedad estadounidense es civilizada y sensata y sabe distinguir a las pocas o muchas ovejas negras que haya entre las blancas. Por eso, me sorprende que se responda a la agresión inhumana de un policía indigno y racista con más violencia. Y aún entiendo menos que señalen a Cristóbal Colón como el precursor del racismo hace cinco siglos, por matar a los indígenas del nuevo mundo. Hemos de aprender las lecciones del pasado, pero no resucitar ni revivir problemas que habíamos superado. Dejemos donde está y no removamos en exceso lo que el viento se llevó, porque mirar atrás con ánimos de venganza no sirve para avanzar y podemos perder terreno ya conquistado.

Estamos demasiado acostumbrados y condicionados para dividirnos en bandos contrarios, para elegir entre lo claro y lo oscuro, cuando hay una inmensa gama de grises, para decantarnos por un líder u otro, cuando podemos compartir algo de uno y mucho del otro. O viceversa.

Nos dicen y nos creemos lo que es malo y lo que es bueno, lo que debemos atacar y lo que debemos defender, lo que debemos querer y lo que debemos odiar, lo que debemos aplaudir o abuchear.

Aprendamos de personas como Pau y pongamos sencillez y sentido común en nuestra vida y nuestro entorno. El desaparecido genio catalán lo tenía muy claro: «Que aquí estamos de prestao, que el cielo está nublao, que uno nace y luego muere y este cuento se ha acabao». Todo depende.

Así que podemos enredarnos en este mundo en el que, como dice mi amigo Juan Alberto, «han convertido todo en puro marketing continuo, en el que no se trabaja para resolver los problemas, sino en ver qué puedo twittear hoy». O podemos sonreír y cantarle a la vida con sentido común. Basta ya de enfrentarnos porque sí.